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Los Jóvenes y el Amor

A veces pareciera que las relaciones humanas se han vuelto más un motivo de conflicto que de alegría, tanto entre jóvenes como entre adultos. No sólo los índices de enfermedades de transmisión sexual y embarazo adolescente se mantienen por encima de lo que quisiéramos sino que otros conflictos proliferan entre los jóvenes, como las conductas misóginas, la violencia verbal o física en los noviazgos, además de otros problemas que se proyectan en la salud emocional.
Se ha vuelto de lo más común hablar de las altas tasas de divorcio, de la rampante presencia de diversos conflictos familiares, y por qué no, de la infelicidad que muchas veces se apropia de las relaciones matrimoniales.
Por esta realidad, muchos jóvenes creemos que ha llegado la hora de focalizarnos en la promoción de una Educación Global en el Amor. Ya decía Freud, que hay dos cosas que importan en la vida: el trabajo y el amor. A pesar de que la conciencia popular pareciera coincidir con esta máxima, la educación formal la ha contradicho frontalmente durante las últimas décadas. Por un lado, pareciera que la escuela sólo fuera útil para formar profesionales, crear ciudadanos “productivos”. Por el otro, afrontar cuestiones humanas como la de la calidad de las relaciones, la afectividad, o incluso el amor, se percibe como una empresa abstracta, carente de cientificidad. Como si la realidad más empírica de nuestra existencia no fuera que lo primordial es el amor.
Este paradigma educativo explica la crisis de la que hablábamos al comienzo. De hecho, hace poco tiempo el profesor de Harvard, Richard Weissbourd, de quien tomamos las ideas centrales de este artículo, denunciaba que padres y docentes han caído en una “épica abdicación de responsabilidad” en la educación en el amor. Ante la ausencia total de un esfuerzo específico por educar en el amor, es sólo esperable que las relaciones románticas adolescentes se pueblen de conflictos y que los índices de divorcio sean hiperbólicos.
El Dr. Weissbord encuestó durante dos años a jóvenes estadounidenses y canadienses de 16 a 20 años sobre lo que opinan respecto a las relaciones afectivas, el sexo y el amor, y sobre qué contenidos consideran que deben ser abordados en los programas de educación afectiva y sexual. Para sorpresa, tal vez de muchos, este estudio revela que la mayoría de los adolescentes solicita que se les ayude a comprender cómo crear, desarrollar, y en su caso, terminar, con respeto y generosidad, sus relaciones afectivas. Una importante mayoría de los encuestados, por su parte, expresa sus deseos de hablar más de estos temas tanto en el aula como fuera de ella. Por ejemplo, alrededor de tres cuartas partes plantean la necesidad de discutir sobre cómo sacar adelante una relación madura, mientras que otros consideran importante tratar cómo comenzar a salir con alguien o de qué modo no salir lastimado al terminar un vínculo romántico.
Frente a esta realidad, desde la Fundación Grupo Sólido se ha lanzado el proyecto de una Educación Global en el Amor, convencidos de su potencial impacto social en Latinoamérica. Global por la vocación de llegar a todos. Global por la comprensión holística de la persona. Global por el uso de nuevas tecnologías.
El Grupo Sólido ha escuchado mil y una veces el mismo tipo de preguntas de docentes, padres y líderes sociales. Los docentes piden alternativas a los programas habituales, con las más variadas improntas, de educación sexual y frecuentemente encuentran dificultades en comprender el mundo de los adolescentes y entrar en sintonía con sus inquietudes. Muchos se sienten aislados, sin suficiente capacitación o apoyo de las escuelas. Las escuelas, por su parte, quieren lidiar con el desafío, pero habitualmente acaban sin enfrentarlo por las tensiones ideológicas que existen o el miedo a herir sensibilidades. A su vez, a los padres les cuesta afrontar la conversación con sus hijos y, muchas veces, se ven abrumados por los nuevos estilos de vida o las nuevas tecnologías.
Por un lado, quien desde la cátedra, el Estado u otros sitios con poder de generar un impacto en la sociedad tiene el deber de hacerlo en favor de las personas y no olvidarse nunca de su misión de servicio. Hasta ahora no se ha conseguido lo que debe pretender todo plan de educación: dar herramientas a las personas para que lleven a plenitud sus potencialidades.
Por el otro, encontramos a los padres, maestros y las instituciones educativas que muchas veces por falta de preparación o inversión, por los conflictos ideológicos, o incluso por simple comodidad, abandonamos a la juventud a que decida su destino en soledad y sin la posibilidad de contar con la voz de la experiencia. Así, los medios masivos de comunicación, las redes sociales y los hermanos mayores y los amigos, acaban por suplir este rol, cumpliéndolo previsiblemente con grandes deficiencias.
Así, la juventud sigue sin recibir una propuesta integral para su vida sexual y afectiva. Muchas veces nos quejamos la crisis de la fragmentación familiar y sus proyecciones sociales. Son pocos, sin embargo, los momentos en los que nos detenemos a pensar e implementar soluciones que constituyan mejoras estructurales en la sociedad. La misma estrategia, en circunstancias normales, produce idénticos resultados.
Con esta iniciativa, el Grupo Sólido busca encontrar indicadores respecto al impacto social de la carencia afectiva, repensar los roles de los distintos actores de la educación y trabajar de tal forma que la educación sexual y afectiva acompañe a adolescentes y jóvenes en sus más grandes desafíos porque muchas cosas habrán cambiado en nuestro mundo, pero la necesidad afectiva del ser humano sigue estando presente.
Si quiere saber más sobre esta iniciativa, visite http://gruposolido.org/ega.

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