Los autores y la crítica literaria

Los autores y la crítica literaria

Muchas veces los escritores solicitan que lea sus obras para escuchar mi crítica literaria, y debo explicarles que esa forma de analizar un escrito es del siglo pasado, y debo reconocer que también en el siglo pasado me oponía a esta práctica. Personalmente creo que los críticos literarios nunca debieron existir, porque durante siglos, conjuntamente con el comité de selección de las editoriales, tenían el poder de decidir qué libros editaban y cuales se descartaban, por ende, nos obligaban a leer los libros que ellos elegían y publicaban, dejando a miles de autores de excelentes obras literarias en el anonimato.
Por otra parte no creo en las reglas o standard que dicen si un texto es bueno o malo, así como no debiera existir una “medida” para la belleza física, tampoco creo en la medida para la “belleza” literaria, por supuesto que es importante un corrector ortográfico, incluso ahora con internet, la corrección ortográfica es casi automática, aunque algunas palabras y acentos variaran de acuerdo al país de donde proviene del autor, y todas están bien escritas, por ejemplo: “sabéis (España), sabés (Argentina) y sabes (México)”.
Cuando un “respetado” crítico literario nos habla de la calidad de una obra literaria, nos hace suponer que su opinión debería bastarnos para saber si una obra merece o no ser leída, pero lamentablemente no es así. La percepción que este crítico tenga sobre la obra nunca será cien por cien objetiva, porque su opinión dependerá de sus ideas y gustos, que pueden o no coincidir con los lectores.

Los errores
de los críticos y
las editoriales
Existen infinidad de ejemplos de excelentes escritores que han tenido que soportar malas críticas, algunos porque fueron incomprendidos, otros porque se adelantaran a su tiempo y muchos porque sus ideas políticas o sociales diferían de las del crítico, quien no evaluaba la obra en sentido literario sino por el contenido intrínseco de la misma.
Por ejemplo, “El diario de Ana Frank” cuyo título original era “Las habitaciones de atrás” y que su padre, Otto Frank, (único que sobrevivió a los campos de concentración), intento publicarlo en 1947 según el deseo de Ana, recibió una curiosa respuesta de una editorial: “Esta chica no tiene una percepción ni sentimiento especial que eleve este libro por encima del nivel de la curiosidad”.
Otro ejemplo es “Cumbres Borrascosas” de Emily Brönte, sobre la cual un crítico literario dijo que “era una novela confusa, inconexa e improbable cuyos personajes eran primitivos y más brutos que el hombre prehistórico, amén de que se trataba de una obra impropia de haber sido escrita por una mujer”, incluso en el North British Review otro critico escribió “esta obra contiene infinidad de defectos, mi único consuelo de que no lo leerán muchos personas“.
Para continuar con ejemplos muy conocidos, la novela de León Tolstoi, “Ana Karenina” que es considerada una de las obras maestras de la literatura, no se llevó las mejores críticas en el momento de su publicación, porque los críticos literarios de la época la tildaron de “basura sentimental”, y uno de ellos escribió en el Odessa Courier en 1877, “Muéstrame una sola página que contenga una idea”.
El extremos de las criticas absurdas, fueron “Las Flores del Mal” de Charles Baudelaire y “Madame Bovary” de Flaubert, ya que ambos autores fueron prohibidos por inmorales, procesados y debieron pagar una multa por sus obra, incluso Le Figaro de París llegó a decir sobre Flaubert no era un escritor.
Ya que hablamos del padre de la poesía moderna, Charles Baudelaire, no podemos dejar de nombrar a dos de los grandes poetas universales, Gustavo Adolfo Bécquer de cuya obra “Rimas y leyendas” dijeron que solo eran “suspirillos germánicos” y del gran poeta Walt Whitman, los críticos literarios de la época expresaron que “la posteridad no querrá saber nada de “Hojas de hierba”, es más, el London Critic dijo en 1855 que “Walt Whitman sabia tanto del arte poético como un cerdo de matemáticas”.
Pensemos que sintió Marcel Proust, hoy conocido por su monumental novela “En busca del tiempo perdido” y que es considerado por muchos como uno de los más grandes autores de todos los tiempos, cuando recibió la nota de una editorial: “Estimado amigo, con gran esfuerzo llegue a la página 30 y me resulta imposible avanzar más”. El escritor francés pagó de su bolsillo la primera edición de su obra.
El caso más insólito es Rudyard Kipling, su obra “El Libro de la Selva”, fue rechazada por el San Francisco Examiner con esta nota: “Lo siento, Sr. Kipling, pero sencillamente Usted no sabe usar el idioma inglés”. Recordemos que años más tarde fue el primer británico en ganar el Premio Nobel de Literatura, y continúa siendo el escritor más joven en logrado.
Y por último, no podemos olvidar a los dos “monstruos” en producción y ventas de libros…
Stephen King, que destruyó su primer manuscrito tras verlo rechazado, sólo comenzó a publicar a partir de su cuarta novela “Carrie”, que tampoco estuvo exenta de críticas, una editorial le escribió: “Las historias de ciencia ficción mezcladas con terror no venden”, a la fecha el maestro del terror lleva vendidos más de quinientos millones de ejemplares de sus cincuenta obras.
Agatha Christie que ha vendido más de cuatro mil millones de copias de sus setenta y nueve obras, pasó cuatro largos años suplicando a las editoriales para que publicaran alguna de sus novelas. Hoy se estima que su nivel de ventas es equiparable a Shakespeare.
Como hemos visto, un autor no debe esperar los aplausos en su primera obra, (si vienen mejor), solo debe tener la pasión de escribir y la firmeza de llegar al lector con lo mejor de sí.
Como dijera Jorge Luis Borges: “De todas las diversas cosas inventadas por el hombre, la más asombrosa es la escritura, todas las demás son extensiones de su cuerpo… sólo la escritura es una extensión de la imaginación y la memoria”

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