<!--:es-->“Lo quiero más de lo que sufro”<!--:-->

“Lo quiero más de lo que sufro”

“Y, ¿por cuánto tiempo quiere la Medida de Protección?” preguntó la Juez. ¡Cuántas veces no he tenido que traducir esa pregunta! De la respuesta depende el futuro de familias, amores, odios, rencillas, discordias, y miles de suspiros. En este caso la solicitante era una señora de unos 65 años, pidiendo protección contra su propio hijo de 32. “¡Ay! No sé”, fue la dolorida respuesta de la madre. Sus manos temblaban sobre la mesa, y lágrimas rodaban incontrolablemente sobre sus mejillas. “Está bien”, respondió la Juez un tanto despiadada. “Será entonces por cinco años. Tome asiento, en breve le daremos el escrito oficial”. “¡Nooooo!” El llanto cambió en grito. “¡No lo haga por tanto tiempo! Mi marido se morirá sin verlo!” suplicó la madre. “Entonces, ¿tres, cuatro años? Las agresiones de su hijo contra ustedes son serias, señora. Les roba, maltrata, violenta las ventanas y las puertas para allanar su casa. Con esa violencia mantiene su drogadicción. Esta es su oportunidad de protegerse”. “¡Noooo! Señora Juez. Un año basta. Mi marido tiene 81 años, si no lo puede ver, yo sé morirá pronto. Sufre mucho por ese muchacho, pero lo quiere más de lo que sufre!” “Bien entonces, será por un año”. “Gracias su Señoría. Todo lo que pide mi esposo es que pueda escuchar su voz.” “Entonces cambiaré la orden. Voy a permitir contacto sólo por teléfono, pero si necesita más ayuda aquí estaremos”.
Esa fue la realidad de Dios ante la situación de la raza humana. Sufrió mucho por nosotros. Vio nuestra rebeldía, traición, deslealtad, perfidia. Adictos a nuestra maldad, robábamos el honor de su nombre. Lo calumniamos de injusto, cruel, hasta de innecesario, desubicado, irrelevante y fuera de moda. Negamos su paternidad, y hasta su existencia. “Nosotros tuvimos nuestro origen en nosotros”, fue nuestra peor jactancia. ¿Su reacción? Ni por un año pidió retirarse de nosotros. Mas bien salió como el Buen Pastor a buscar a su ovejita negra. Y pasando mil penurias desde el pesebre en Belén hasta la cruenta cruz del Calvario, finalmente nos encontró atascados en nuestro lodo. “Y nos puso sobre sus hombros gozoso; al llegar a casa reunió a sus amigos y vecinos, diciendo: ‘Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento’” (Lucas 15:5-7). Es que no puede vivir sin nosotros, sufre por nuestra rebeldía, pero nos quiere más de lo que sufre. Y se goza no sólo escuchando nuestra voz, sino su felicidad es completa sintiéndonos a su lado. Así es la mano de Jesucristo en tu vida, y en la mía. “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados” (1 Juan 4:10)
Comentarios:
haroldocc@hotmail.com

Share