
Latinoamérica en el radar Comercial de Washington
Con el reciente viaje del presidente Barack Obama a México y Centroamérica, y con el reciente viaje del vicepresidente Joe Biden a Brasil, Colombia y Trinidad y Tobago en el mes de mayo de 2013 y hablar ante el Consejo de las Américas, el vicepresidente dijo que la cuestión no debe girar en torno a lo que Estados Unidos puede hacer por la región, sino, más bien, en lo que Estados Unidos puede hacer junto con la región. Esa es la fórmula correcta —aunque suene un poco al estilo de Kennedy—. Porque también implica una obligación para la región en sí misma además de una diferenciación entre aquellos países que pueden y están dispuestos a hacer equipo con Estados Unidos y aquellos que podrían no estar listos para lograrlo.
La Alianza del Pacífico, que incluye a Chile, Colombia, México y Perú, cuatro naciones que buscan integrar sus economías, sus sectores financieros y sus fuerzas laborales para aumentar el peso del mercado y para promover la competitividad global. Otros en América Latina, e incluso fuera del hemisferio, también están tratando de ingresar.
Esta es una alianza de origen local y es un excelente ejemplo de lo que pueden lograr cuatro democracias fuertes que reconocen la necesidad de dar pasos adicionales para mejorar la competitividad y que no están dispuestas a esperar que otros les den el permiso de hacerlo.
Ese es también un ejemplo de lo que significa contar con un grupo de países capaces de jugar un papel más importante en los asuntos económicos regionales.
Esto ofrece una oportunidad estratégica. Junto con las tres naciones de América del Norte que en 2014 celebran los 20 años del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, las naciones de la Alianza del Pacífico deben ser invitadas a un nuevo foro comercial y económico que estaría dedicado a alcanzar avances concretos en los asuntos económicos de las naciones que estén dispuestas a ello.
Estas son las naciones más dinámicas del hemisférico y todas ellas ya tienen acuerdos de Libre Comercio entre sí y con Estados Unidos. Al romper con el restrictivo paradigma de la Cumbre de las Américas, que puede o no seguir siendo un foro en cualquier caso, Estados Unidos puede dar un impulso significativo y apropiado al regionalismo abierto que desde hace mucho tiempo ha caracterizado a las relaciones de Asia-Pacífico y que puede servir de base para una política más eficaz en el continente americano.
El vicepresidente Biden lo entendió claramente: Las relaciones de Estados Unidos con América Latina y el Caribe han madurado y pasado del paternalismo a la asociación. Esa es la base de una relación más saludable y de largo plazo.
Aunque también significa que Estados Unidos deberá estar dispuesto a entablar relaciones más cercanas con aquellas naciones deseosas y capaces de entrar en sociedad con nosotros, al mismo tiempo que se niegan a quedar ancladas con naciones que consideran que sus intereses son distintos a los de Estados Unidos. Una próxima reunión entre los líderes de Norteamérica y los de la Alianza del Pacífico bien podrían ser el catalizador que instituya un mejor, y más adecuado, modelo para el continente americano.
Las próximas reuniones en Washington del vicepresidente Biden serán con los presidentes de Chile y de Perú en junio próximo.