Las Preocupaciones
Todos tenemos problemas, y todos creemos que nuestros problemas son los más importantes del mundo, entonces deseamos resolverlos, y en ese momento incurrimos en el principal error, nos preocupamos, es decir, no nos ocupamos de resolver el problema, sino que nos preocupamos por las consecuencias del mismo.
La preocupación tiene múltiples caras, la gente se preocupa por su pareja, por sus hijos, por el trabajo, por sus ingresos, por su salud, por el dinero o por su felicidad. Pero la preocupación atrae peleas familiares, errores en trabajo, alteraciones nerviosas, enfermedades como úlceras en el estómago, incluso el derrumbe espiritual. La preocupación atrae el miedo, la inseguridad, hasta el espanto que nos paraliza. Esto hace crecer los problemas en cambio de solucionarlos, el sentido común nos dice que la preocupación no nos conduce a ninguna parte, por esa razón debemos tratar los problemas sin preocuparnos por ellos, ¿pero como hacerlo?
En el primer libro de La Biblia, Génesis, el Creador dio al hombre el dominio sobre toda la tierra, ese fue un gran regalo, pero el regalo mayor fue cuando le dio el Libre Albedrio, porque le dio el dominio sobre si mismo, el dominio sobre sus pensamientos, el dominio sobre sus miedos, el dominio sobre su inteligencia y su espíritu. Tener ese dominio es maravilloso, pero la mayoría de los seres humanos no lo sabe usar, porque ese dominio regular no solo los actos, sino las reacciones.
Tres pasos
Mucha gente tiende a huir de los problemas del presente, preocupándose por las consecuencias que tendrán en el futuro, o lamentándome por las cosas que sucedieron en el pasado, que ocasionaron el problema actual. La solución no esta ni en el pasado ni en el futuro, sino hoy, cuanto antes mejor, cualquier otra cosa nos llevara a correr hacia el abismo, y caernos irremediablemente.
Las preocupaciones son el polvillo en el ojo que nos deja sin visión temporariamente, la reacción depende de nosotros, hay personas que se desesperan y caminan a los tumbos, estrellándose contra la primer pared que encuentran, otras personas gritar, y culpan al destino o a su semejantes de lo ocurrido, en cambio algunos, (muy pocos), se apoyan contra algo solido, echan agua los ojos y limpian con cuidados sus ojos.
Existe una técnica de tres pasos, muy sencilla para que las preocupaciones no nos “tapen” los problemas y mejorar la visión y solución de estos:
Paso I.
Analice la situación valientemente y con honradez, e imagine lo peor que pudiera sucederle como consecuencia de este problema. Piense en lo más malo que pudiera ocurrir. Si su problema es financiero piense que se quedara en la calle, sin lugar donde vivir, si su problema es de salud, piense en la muerte, si su problema es de pareja piense en la separación. Analice este punto desde el pesimismo, desde lo peor.
Paso II.
Aceptar que sucederá todo lo que pensó en el punto uno, resígnese a que todo malo ocurrirá, que no hay salvación, imagine su vida a partir de la catástrofe. Cree un escenario mental donde todo esta perdido, imagine como quedara su vida luego que ocurra lo peor. Entonces sentirá inmediatamente alivio y paz interior, porque vera el mundo desde el otro extremo, vera al mundo desde el fondo del pozo, y allí sabrá que no puede bajar mas, y ahora debe comenzar a subir. Es importante que no se deprima ni desgane, debe saber que es solo un ejercicio imaginativo.
Paso III.
Comenzar a analizar que cosas puede hacer para que lo peor no ocurra, para aminorar el golpe, para que la caída no sea tan dolorosa, para proteger la salud y la familia antes de los bienes materiales. Dediqué su tiempo y su energía a tratar de mejorar lo peor que podría suceder y que ya tenía mentalmente aceptado.
El camino al revés
Estos tres pasos cambian el rumbo del camino, antes íbamos de lo bueno a lo malo, tratando de salvar todo, buscando culpables, y nos movíamos en el arrepentimiento, entre el pasado y el futuro, porque nos preocupaba perder o fracasar por culpa del problema, ahora que asumimos que lo peor ocurrirá, vamos de lo malo a lo bueno, es decir que cualquier cosa que hagamos para mejorar la situación es ganancia. Este mecanismo de defensa mental nos limpia las nubes negras en que andamos a tientas cuando la preocupación nos ciega. Hace que pisemos tierra firme, que sepamos donde estamos. Cuando aceptamos lo peor, ya no tenemos nada que perder, y esto significa automáticamente que tenemos todo que ganar.
Es lógico, ¿no es así? Sin embargo, millones de personas han destrozado sus vidas llevados al alcohol, las drogas o el suicidio, porque se niegan a aceptar que lo peor puede suceder, negándose a mejorar a partir de allí, arrastrando todo al abismo, en lugar de intentar reconstruir su vida, se enredan en una áspera y violenta lucha con el fracaso, y terminan víctimas de la depresión y el desgano.
Estoy totalmente convencido de que nuestra paz interior y nuestra felicidad dependen, no de dónde estamos, qué tenemos o qué somos, sino únicamente de nuestra actitud mental, las condiciones exteriores tienen muy poca importancia en nuestra verdadera felicidad.
Lin Yutang un filósofo chino dijo: “La verdadera paz de espíritu viene de la aceptación de lo peor, que es la energía negativa, y de esta forma dejamos entrar a la energía positiva”.