La Verdad de la Política Educativa
Por Adam Chavarría
En las últimas semanas se ha dicho y escrito mucho sobre el compromiso del Presidente con la educación de los hispanos. La mayor parte de los comentarios han sido positivos. No obstante, también han habido malentendidos respecto a la política y sus implicaciones. Ya es hora de que examinemos el verdadero estado de la educación hispana a lo largo del tiempo y por qué el mismo debe cambiarse.
Debe ser para nosotros causa de alarma que, hasta hace poco, sólo el 17 por ciento de los niños hispanos supieran leer al nivel correspondiente a su grado, la deserción escolar entre los estudiantes hispanos rondara el 27 por ciento y sólo el 10 por ciento de los hispanoamericanos se graduaran de las universidades e instituciones de enseñanza superior de 4 años. Las tasas de analfabetismo funcional entre los hispanoamericanos se han mantenido sumamente altas por un tiempo demasiado largo. Y muchas familias hispanas han carecido de la información y los conocimientos necesarios para poder ayudar a sus hijos a cumplir con las altas expectativas que tienen para ellos. Ése ha sido el estado de la educación hispana por más de tres décadas. ¿Qué razón habría para mantener el estatus quo?
El Presidente Bush comprendió que se necesitaba un cambio. Desde que entró en funciones, el Presidente se ha embarcado en establecer la reforma educativa más radical de las últimas décadas en las escuelas públicas. Gracias al liderazgo del Presidente y un fuerte apoyo bipartidista en el Congreso, se promulgó la Ley Que Ningún Niño Se Quede Atrás de 2001 (No Child Left Behind ó NCLB, por sus siglas en inglés) y ésta ha comenzado a cambiar el estatus quo en el corto período de tres años que tiene vigente. En ese tiempo, el desempeño académico de los niños hispanos ha comenzado a mejorar.
Los puntajes en los exámenes de lectura y matemática han subido y las brechas en el rendimiento que han persistido por demasiado tiempo están comenzando a cerrarse. Lo más importante, y por primera vez en la historia, las escuelas públicas deben dar cuenta del rendimiento académico de los niños y los jóvenes hispanos. Ya no se puede enmascarar este rendimiento detrás del promedio global de rendimiento estudiantil para toda la escuela.
No le quepa la menor duda, la Ley Que Ningún Niño Se Quede Atrás tiene por objetivo ayudar a la comunidad hispana. El presupuesto del Presidente para el año fiscal 2006 propone $13.3 mil millones en subvenciones mediante el Título I para los estudiantes desfavorecidos económicamente, muchos de los cuales son latinos. Esos fondos representan un aumento del 52 por ciento en relación con el monto otorgado cuando se promulgó la ley. Entre lo que propone el Presidente se incluyen:
• $678 millones para ayudar a los estudiantes que están aprendiendo el inglés a dominar el inglés y todas las materias académicas;
• $95.9 millones para ayudar a las instituciones con un alto porcentaje de estudiantes hispanos a desarrollar la capacidad de matricular, retener y hacer que se gradúe un mayor número de estudiantes hispanos.
• $390.4 millones para ayudar a los estudiantes de familias de trabajadores migrantes a desempeñarse a los niveles académicos más altos; y
• $13.7 mil millones anuales, un aumento de $1.3 mil millones, en las becas Pell para ayudar a los estudiantes hispanos a pagar los estudios universitarios.
Pero no se logrará cerrar la brecha en el rendimiento que existe entre los niños hispanos y sus compañeros no hispanos sólo con el gasto en la educación. Si fuera así, entonces los miles de millones de dólares federales que se han gastado en la educación pública desde 1965 habrían podido cerrar la brecha mucho tiempo atrás. El caso es que sin la rendición de cuentas respecto a la inversión de los fondos fiscales en la educación de los niños hispanos, continuaríamos lamentando el pobre estado de su educación en los próximos años. La alternativa no es aceptable, y ya no nos podemos dar el lujo de poner pretextos para el persistente fracaso de las escuelas en cuanto a la educación de nuestros hijos.
Sin embargo, aún nos queda mucho por hacer en esta labor. Desde que se convirtió en ley, Que Ningún Niño Se Quede Atrás ha estado centrada principalmente en la enseñanza desde el kindergarten hasta el octavo grado con resultados alentadores. A pesar de este progreso, los estudiantes hispanos entran en la escuela secundaria leyendo a un nivel inferior a su grado correspondiente, sin estar preparados académicamente en las materias básicas de la matemática y la ciencia, y con poco acceso a maestros altamente calificados. No es de extrañar que durante los últimos 30 años, hasta el 33 por ciento de estos estudiantes acabó por abandonar los estudios secundarios. Esto tampoco es aceptable, y la Iniciativa del Presidente para los High Schools está destinada a cambiarlo. La Iniciativa del Presidente para los High Schools proporciona $1.5 mil millones para garantizar que un diploma de high school sea un boleto al triunfo para todos los estudiantes—sin importar su raza o nivel de ingreso económico—independientemente de que opten por entrar en la fuerza laboral o seguir con los estudios universitarios. La Iniciativa del Presidente para los High Schools, específicamente los programas de intervención, aportarán un enfoque más integral a la resolución del problema de la deserción escolar al dirigir recursos hacia aquellos estudiantes hispanos que corren el mayor riesgo de reprobar en la escuela.
Hay que decir que, finalmente, tenemos la mejor oportunidad en nuestra vida de cambiar el estatus quo—de mejorar la educación para los niños y jóvenes hispanos de las generaciones venideras. ¡Y vaya que debemos cambiarla!
Adam Chavarría es el Director Ejecutivo de la Iniciativa de la Casa Blanca para la Excelencia en la Educación de los Hispanoamericanos.