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La tolerancia

La práctica de la tolerancia es el único camino hacia la convivencia humana. La buena avenencia con los que nos rodean, se inicia cuando hemos aprendido a comprendernos y aceptarnos a nosotros mismos, para luego dejar de rechazar las diferencias que detectamos en los demás.
Esta práctica no es nada fácil, ya que para ser tolerantes debemos acallar el egoísmo y el orgullo. Pero será con el constante ejercicio de la tolerancia, como lograremos construir una verdadera hermandad humana y derribar los muros del odio y la injusticia. Hasta entonces habremos aprendido a disfrutar del vivir y dejar vivir.
Ser tolerantes es decidirnos aceptar las infinitas diferencias que detectamos en el prójimo, con toda su diversidad de personalidades y criterios, con la sincera intención de entenderle mejor. Sólo cuando nos hayamos creado un compromiso de comprensión y aceptación, se ordenarán automáticamente las responsabilidades y los derechos que demanda la convivencia social.
Por lo tanto, la tolerancia requiere de un valeroso compromiso personal, y nada tiene que ver con soportar o negarse a ver la realidad. Tampoco significa sumisión a la voluntad de los sectarios o aceptar el dominio de los dictadores. Se trata de un inherente principio de convivencia humana, que equivale a respeto, comprensión y adaptación, hacia las diferencias de opinión y sentimientos de los demás.
Ser tolerante es manifestar una capacidad de adaptación hacia todo lo que se presenta fuera de nuestro entorno, pero también exige dirigirlo primero hacia nosotros. Y para ello, el hábito de la tolerancia demanda empezar por comprendernos, y ser flexibles para evitar la rigidez de pensamiento. La terquedad de ideas o sentimientos nos lleva fácilmente al fanatismo y la intolerancia.
En todo momento, se debe mantener abierta la buena disposición ante los conflictos de los demás. Esto no significa que resolverles sus vidas, pero tampoco voltear la cara y comportarse con indiferencia. Toda persona que sufre viene arrastrando un serio conflicto emocional. Tú no puedes conocer su corazón, pero veces, una sola palabra inteligente puede salvarle la vida.
Más que disimular y soportar, la tolerancia nos mueve a aceptar al otro con amor. A ponernos en su lugar, a evaluar las diferencias de criterios antes de irnos a conclusiones extremas. Ha sido la Vida es quien ha creado la diversidad, para que nuestra existencia tenga matices de claro/oscuros, y así podamos tejer la manta que pueda cobijar a toda la humanidad.
Cada persona tiene una función en el concierto de las cosas creadas. Déjale evolucionar con libertad, porque cada cual ya trae grabado su plan de vida. Por ello, en cada una de tus relaciones, comprende que la perfección aún no existe, y por lo tanto tú como los demás cometen errores de apreciación. No es fácil auto analizarse, pero es mejor amar al prójimo que odiarnos y agredirnos.
Nunca debemos coartar el derecho de los demás, porque cuando la tolerancia se otorga también se exige. Permíteles a los demás vivir sus vidas sin manipularles, compréndeles y acéptales tal como son sin intentar modificarles, solo así lograremos convivir en armonía.
La tolerancia empieza en casa con la persona de tus amores, con los hijos, con la pareja, las amistades, etc. Y cuando lo hayas logrado, podrás salir a prodigarla más allá de tus limitantes barreras. Practicar la aceptación incondicional de la diversidad humana, es lo que distingue a las personas emocionalmente inteligentes.

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