La Solemnidad de Ricky

Existe situaciones en la vida y algunos individuos que merecen ser celebrados y aplaudidos. A fin y al cabo lo que predomina en la faz de la tierra es lo bueno y no lo malo. En este sentido, la obra que realiza Ricky Martín con los niños afectados por el maremoto (Tsunami) es digno de mención y alabanza. Cómo expresó él mismo en una entrevista con la conductora de televisión Ophra Winfrey, “Me estaba olvidando de ser humano. La fama y el dinero (todo lo sureal relacionado con el espectáculo), me estaba encaminando por el sendero equivocado. Entonces decidí volver a la bases de la vida: la infancia.” Y añade, “Existe miles de niños abusados en el mundo por personas enfermas y sin escrúpulos.”

Evidentemente, durante los últimos años, se ha descubierto una maraña de intereses económicos que renumeran dólares con el sufrimiento de los niños. Los individuos aferrados a esos intereses no solamente se encuentran en el otro lado del mundo sino que también residen en nuestro medio. Los pedofilios (pederastas), tanto los religiosos y no religiosos, atentan contra la integridad y el futuro de estas personas pequeñas e indefensas.

La actitud de estas personas, desequilibradas mentalmente, no debe ser solemnizadas ni en las obras literarias, ni en los trabajos académicos, ni mucho menos a través de los medios de comunicación. Por el contrario, esta conducta debe ser analizada, criticada y seguidamente sancionada. Para lo último, existe un estado de derecho que hace cumplir la normas de conducta aceptables en la sociedad.

Paradójicamente, y en forma lamentable, uno de los grandes de la literatura mundial contemporánea –mi héroe personal, debo acotar—, se ha emitido a la lujuria que causa dolor y desdicha a los niños. Qué pena que el gran García Marques haya decido, a través de su pluma embrujante, solemnizar a un individuo alicaído, casi irracional, cuyo órgano sexual, debido al correr del tiempo, se mantiene pegado mirando a la tierra que al cielo; y cuyos ímpetus sexuales, por consiguiente, están guiados más por su mente que por su cuerpo. En Memoria de mis Putas Tristes, el personaje principal de García Márquez dice, “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.” En esta obra al autor le faltó incluir al bueno de la película –encarnado en la nueva persona de Ricky— para rescatar a la niña, a quién el ya afamado viejo la ultrajó sexualmente; no amarla, como aparentemente trata de describir el famoso autor.

Lo bueno, sin embargo, los problemas en la vida real son más tangibles que en el relato inverosímil de la novela García Márquez. Aquí, en la tierra, ocurren problemas materiales, los cuales tienen raíces sociales, es decir de la gente. Algunas veces, sin embargo, como ocurrió recientemente con el Tsunami tienen implicaciones naturales.

Cómo el viejo de la novela de García Márquez, le lleva unos regalos (una bicicleta entre otros) a su víctima indefensa de catorce años para después abusarla sexualmente, los rapaces del negocio de tráfico de menores en las regiones afectadas por el Tsunami también se han hecho presente con una bandeja de promesas falsas. Estos grupos de malandrines deshumanizados prácticamente compran niños en los países subdesarrollados, los transportan a estructuras sociales retrógradas como los califatos del Medio Oriente y los subastan al mejor postor. Un gran número de niños/as es puesta a trabajar en la servidumbre, virtualmente como esclavos. Y otros, especialmente las jovencitas adolescentes, son sometidas a la prostitución. Finalmente, a algunos se los utilizan como “donadores”, aunque este hecho es todavía manejado en el amarillismo noticiero.

Lo bueno es que todavía existe individuos (Ricky, Ud.), instituciones (Red Cross, y otras ONGs), y países (El nuestro, aunque no creas, México, Australia, Japón, etc.), cuyos gobiernos se han hecho presente en el momento del desastre natural. Inicialmente para poder controlar los efectos devastadores que causó el Tsunami, rescatar a las personas, proveer de logística y empezar una tarea de reconstrucción. Luego, especialmente las instituciones y personas afiliadas a éstas, se encargaron asiduamente a proteger a los niños y niñas del tormentosos mundo de los traficantes humanos.

El esfuerzo y la energía de las personas como Ricky a menudo terminan cansados con el tiempo. Sin embargo, las instituciones que estos individuos establecen se quedan por un largo tiempo o para siempre. Debemos apoyarlos, los niños desamparados se lo merecen.

Humberto Caspa, Ph.D. Profesor de economía política en la Universidad Estatal de California San Marcos.

Email:hcletters@yahoo.com

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