La Pugna entre “Collas” y “Cambas” en Bolivia
En la reciente reunión de la OEA en Fort Lauderdale, Texas, el Presidente Bush nuevamente propuso más apertura neoliberal en América Latina. Para el comité boliviano, la arenga de Bush debió ser como un balde de agua fría, ya que el neoliberalismo salvaje ha sido una razón de su sufrimiento. Empero, la crisis actual boliviana se debe también a la creciente animosidad de los “Collas” y “Cambas”, quienes están a punto de enfrascar a su país en una guerra civil inminente.
Aparte de ser una crisis económica es también política y social. El conflicto boliviano se fue gestando con el tiempo. Empezó durante los últimos años del presidente Jaime Paz Zamora, en 1992, cuando un cúpula de dirigentes empresariales de las ciudades de Santa Cruz y Chuquisaca llevaron la idea descentralización a su despacho.
Este mismo año, un grupo de líderes indígenas en La Paz solicitó al presidente, a través de una asamblea constituyente, la creación de un tipo de constitución que sea más incluyente y aferrado a los derechos individuales de los pueblos originarios (indígenas).
La petición de estos dos sectores nunca fue aceptado por Paz Zamora. Tampoco su sucesor, Gonzalo Sánchez de Lozada, los tomó en cuenta. Por el contrario, éste último instituyó una ley conocida como “Participación Popular”, el cual delegó el poder administrativo y político del estado hacia las provincias y cantones. En cierta forma, hubo una descentralización relativa.
La “Participación Popular” fue una de las pocas maniobras loables de Sánchez de Lozada. Sin embargo, su política económica neoliberal salvaje quedó despojando los bienes nacionales, y empobreció una gran parte de la sociedad.
A la larga, el problema económico se convirtió en una pugna de poder político entre “collas” y “cambas”. Con el gobierno Hugo Banzer, las peticiones por la descentralización en Santa Cruz y asamblea constituyente en La Paz nuevamente se hicieron escuchar. Pero la mano dura del ex dictador logró mantener a los dos grupos fuera de la agenda política. A los cruceños les dio la “zanahoria”, mientras que a los campesinos indígenas el “garrote”. Su política fue altamente servicial a los intereses “cambas” y a la de los Estados Unidos, especialmente con relación a la erradicación de la coca en Cochabamba y los Yungas de La Paz.
Ante el asedio de Banzer hacia los “collas”, dos grupos regionales campesinos surgieron en la escena política boliviana. El de Evo Morales en Cochabamba y de Felipe Quispe (Mallku) en el altiplano paceño. Los dos encarnan el pudor de la gente asaltada por el neoliberalismo salvaje.
En todo caso, las políticas neoliberales encarrilaron a Santa Cruz con la globalización mundial a través del petróleo, mientras tanto a los sectores andinos los desarticuló, empobreció y explotó.
Los sectores más afectados por la apertura de mercados no pudieron con la continuidad de otro régimen neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada. En 2003, un movimiento popular terminó con su gobierno, y lo mandó al exilio en Miami.
El advenimiento de Carlos Mesa al poder en 2003, en vez de dar fuerza a la reconciliación nacional, dio curso a la polarización. Su carácter tierno, opaco, y sin recursos políticos fue aprovechado por una cúpula empresarial en la Santa Cruz. Éstos no solamente buscaron la descentralización, sino también la autonomía. Es decir convertir el Estado unitario boliviano en otro federal.
Por otra parte, los campesinos en La Paz también tomaron una senda más radical que años anteriores. Aparte de la Asamblea Constituyente, empujaron por una agenda que proveyera reforma agraria y la nacionalización de los hidrocarburos, que se encuentra en Santa Cruz.
Mesa nunca encontró la brújula. Su capacidad intelectual no es cuestionada –siempre pensé que podía haber sido un gran rector universitario que un presidente de la república—, sino que careció de una base política y un partido político que lo ampare en el Congreso. Su retórica fantasiosa de una salida al mar boliviano le duraba segundos, pero nada más.
Su gobierno terminó a los pies de dos movimientos radicales que buscan cambiar una homogeneidad inexistente en ese país. Los “cambas” tratan de acentuarla más por el camino del neoliberalismo salvaje, mientras que los “collas” por los laberintos de un pasado revolucionario heroico y glorioso, pero impracticable. Los bolivianos tienen que encontrar un recurso medio.
Dr. Humberto Caspa, Profesor de economía política en la Universidad Estatal de California San Marcos. E-mail: hcletters@yahoo.com