La Política y el Papado

Dejemos a Dios en el cielo y observemos el nuevo nombramiento del papa con los pies plantados en la tierra. En todo caso, seamos concientes, racionales y objetivos. Entonces entenderemos que, como en Washington o en cualquier institución de poder, en el Vaticano también la política juega un papel importante. Así, la designación de Joseph Ratzinger –ahora Benedicto XVI— se debe más al resultado de un proceso político interno que a la disposición de la divina providencia.

Inicialmente, la elección Joseph Ratzinger es la victoria de una corriente ortodoxa sobre otra que promulga el cambio, la modernidad y el entendimiento a una sociedad abierta. Dicha corriente atenta contra la llamada Teología de la Liberación, defendida hasta la muerte por la figura emblemática del arzobispo salvadoreño Arnulfo Romero. Las bases de esta Teología todavía son difundidas, aunque no con el mismo tesón de antes, por eclesiásticos latinoamericanos, quienes se inspiran en el sufrimiento de los pobres y los libros de filósofos y economistas socialistas.

Tal como sucedió durante el Siglo XVI, cuando Martín Lutero hizo temblar a la Iglesia Católica, dividiéndola hasta lo inimaginable, la dirigencia en Roma nuevamente está cobijada bajo el lecho oscuro de la indiferencia. Al hacerlo, abandonan a las grandes mayorías del mundo, el sufrimiento de la gente pobre, las libertades individuales de la mujer, la lucha por la igualdad (étnica, sexual, etc.), los procesos jurídicos contra los pederastas religiosos, etc.

Es que la vida de Ratzinger demuestra ser polarizante. El hecho de que haya servido en el régimen de Hitler durante la Segunda Guerra mundial es un argumento visceral e ilógico que reluce poco y no amerita algún tipo de discusión. Como muchos jóvenes alemanes, Ratzinger fue obligado a defender una causa perversa y racista del Tercer Reich. Nunca estuvo de acuerdo.

Sin embargo, importa más el procedimiento y razonamiento de Ratzinger como líder en el Vaticano. Para empezar, fue uno de los consejeros más cercanos del Papa Juan Pablo II, y posiblemente uno de los que más le propuso ideas e influencia durante los últimos años de su vida.

Como titular de la Congregación para la Doctrina de la Fe (anteriormente Inquisición) Ratzinger fue implacable contra los críticos “revolucionarios”, inmersos dentro de la Iglesia. En uno de los casos más sonados, sancionó personalmente al cura Leonardo Boff, párroco muy querido en las Favelas de Brasil, por reconocer el descalabro de la Iglesia Católica durante los tiempos de Martín Lutero.

Aparte de ser enemigo asiduo de la Teología de la Liberación, el nuevo Papa considera, implícitamente, paganas a las otras religiones del mundo. En su famoso escrito Dominus Iesus, Ratzinger puntualizó que el “único camino al cielo se logra sólo a través de la Iglesia Católica”. Esto, por supuesto, es un pensamiento ficticio e incongruente con la realidad global, cuya población mayoritaria practica doctrinas no Cristianas como el Hinduismo, Budismo, Islamismo, Zoroastrismo, Shintoismo, entre otros. Al rechazar estas creencias, también pone en entre dicho el acercamiento a otras iglesias cristianas o no cristianas.

Asimismo, Ratzinger no aprueba las reivindicaciones de los recientes movimientos sociales. Según su criterio, la igualdad de la mujer dentro de la Iglesia está descontada, y el homosexualismo es simplemente una blasfemia que no tiene perdón y no puede ser tolerado en la sociedad.

De acuerdo a Ratzinger, la llamada Teología de la India, el cual promueve la celebración de misas con música y bandas, no es una forma loable de oficiar misa. Por ejemplo, los villancicos Latinos, la danza de los Aztecas, la música ranchera mexicana o los cánticos de los Afro-Americanos, los cuales son aspectos culturales de acompañan la celebración de las misas últimamente, no son bienvenidos.

Es muy temprano para juzgar al Papa Benedicto XVI. Empero, es menester reflexionar sobre su pasado y sobre su historial polarizante.

El Papa tiene que recordar que el futuro de la Iglesia Católica depende mucho de su interacción con los feligreses. Por ejemplo, con esa postura inflexible que hasta ahora le ha caracterizado, difícilmente va a poder rescatar a más del 55% de la población centroamericana que ya no practica la religión católica. Por el contrario, otros más seguirán el camino opuesto. El Papa necesita moderación y entendimiento de los cambios.

Dr. Humberto Caspa, Profesor de economía política en la Universidad Estatal de California San Marcos. E-mail: hcletters@yahoo.com

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