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La disyuntiva de siempre de los torneos cortos o largos en México

Tal como sucede hoy, 20 años atrás en el futbol mexicano se debatía sobre la manera en que la liga podría ser más espectacular y redituable económicamente, pero esa vez apuntando hacia un cambio radical en el sistema de competencia.
La pretensión era relevar los torneos largos por los cortos, medida que se consiguió gracias a su máximo promotor: José Antonio García, en ese tiempo presidente de la Primera División y hoy fuera de futbol profesional.
La influencia visionaria de García cumplió su cometido, luego de constantes cabildeos con los presidentes de clubes que estudiaron ventajas y desventajas del nuevo proyecto.

El respectivo comité directivo aprobó el proyecto, respaldado por Juan José Leaño, entonces presidente de la Federación Mexicana de Futbol. Con el Invierno 96, en 1996 quedaron instaurados los torneos cortos, diseño copiado al futbol argentino, con un agregado muy mexicano: la liguilla, éxito comprobadísimo en cualquiera modalidad en el futbol mexicano.

La fiesta grande se mantenía, aunque ahora con un torneo cada seis meses que no daba lugar a los partidos de ida y vuelta en la fase regular -como en los torneos largos-, sino a una sola vuelta. Pese a que el mencionado formato sigue vigente, al estar disputándose el torneo 38 (Clausura 2015), tiene defensores, pero también detractores.

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