“La Corbata Deshilachada”

“La Corbata Deshilachada”

Pláticas entre Padres...

Las corbatas tienen dos cabos. Uno es el más ancho, el más vistoso. El otro es el más angosto, y se esconde detrás del ancho. Pero el abogado estaba tan nervioso que mientras hablaba con el acusado, su índice y pulgar frotaban sin tregua la punta del cabo escondido. Me di cuenta que el abogado con frecuencia repetía el gesto, pues la punta estaba deshilachada. “He tratado de encontrar alguna ley que lo ampare; pero, al contrario, todas las leyes están a su contra. Por más inocente que usted diga fue el toque suyo a esa parte del cuerpo de esa niña de 14 años, ella dará testimonio que se sintió sexualmente agredida por usted. También dirá que no fue ni la única ni la primera vez. En casos como este, el jurado casi siempre le cree a las niñas [dedos del abogado frotando la corbata]. Lo más probable es que el jurado le creerá a la muchacha. Usted tiene cargos similares con otra adolescente, la fiscalía está pidiendo cadena perpetua por sus presuntos delitos. Su única alternativa es declararse culpable a una sentencia reducida. Comprendo que usted afirma su inocencia. Pero esas niñas subirán al testimonial, le pondrán el dedo, y dirán que usted las agredió sexualmente. El jurado le dictará cadena perpetua”. La corbata deshilachada del abogado no fue nada comparada al miedo del muchacho. Cuando se levantó para responder al juez, su asiento estaba totalmente mojado.
Hubo otro que sufrió peor. Cuando Jesucristo comenzó a sentir el peso de nuestros pecados en el huerto de Getsemaní, no tenía ni corbata puesta, ni asiento para su comodidad. Pero tanto fue su agonía al sentir el horrible asedio de nuestros pecados que “su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44). Hematidrosis. Así se llama esta rarísima condición producida por la angustia y el estrés. Él no era culpable de mis pecados ni de los tuyos. Pero los sintió como los suyos, porque los hizo suyos. El joven de nuestra historia mojó su asiento por el terror de que podría escuchar a las niñas que abusó, señalarlo con el dedo, y contar al jurado todos los pormenores de su maldad. Pero ni él ni ninguno de nosotros tiene la menor idea de la desesperante angustia de sentirse totalmente descubierto ante el Juez del Universo. Jesús lo sintió todo y más a nuestro favor. “Más”, porque también sintió el castigo de sentirse maldito de Dios para siempre. No importa si lo crees o no lo crees. Lo que Jesucristo sintió por ti es una realidad. La evidencia: Hematidrosis. Grandes gotas de sangre que caían a la tierra”. Cada una de ellas tenía tu nombre y apellido, además de toda tu historia. Para que tú y yo estuviéramos a salvo, y por toda la eternidad. Sólo por gracia, sólo por amor a ti, sin tomar en cuenta condiciones, cumplimientos, sólo por amarte, y ¡amarte hasta la muerte!

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haroldocc@hotmail.com

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