ISIS, Religión y Muerte
Hace unos meses un niño nacido en Gaza de 11 años llamado Abdullá Kouran, se disponía a cruzar el límite entre los territorios palestinos e Israel con dos pesados bolsos. En el check point los soldados le preguntaron qué llevaba, con la sinceridad propia de un niño, dijo que en uno estaban sus libros de la escuela, ya que estudia en Israel, pero ignoraba el contenido del otro. Explico espontáneamente: “Un señor me pidió pasarlo y dijo que un familiar suyo vendría a buscarlo…”. El oficial del ejército israelí descubrió que contenía tres kilos de explosivos preparados para ser activados a distancia por medio de un teléfono celular. A la semana siguiente, fue descubierto en el mismo lugar un adolescente con retraso mental llamado Hassan Abdo, de 15 años, con un cinturón de explosivos disimulado bajo su chaqueta y se repitió la misma historia. Los pequeños Abdullá y Hassan iban a ser convertidos en mártires-asesinos de mucha gente sin siquiera habérsele preguntado si estaba de acuerdo.
Hasta ahora nadie en Gaza se atrevía a decir lo que piensa porque nadie se ocupaba de los musulmanes moderados, ni siquiera se los mencionaba, pero desde la frontal lucha entre los terroristas de Hammas y el Estado de Israel, el mundo comenzó a ver la realidad.
Hasta ahora muchos creían que los musulmanes eran una comunidad homogénea, volcada fanáticamente hacia el camino violento para conseguir su emancipación, pero no es así. Hoy sabemos que ISIS, Al-Quaeda, Hammas, Hizbullah, Jihad Islámica y demás organizaciones armadas son competidoras de la autoridad civil y gubernamentales, ocupando espacios políticos y militares y obstaculizando el camino a la paz, ya que a los musulmanes fanáticos no le interesa la paz con occidente, porque no quieren la democracia ni la libertad, a los fanáticos les interesa la teocracia y la debilidad del pueblo islámico, para poder controlarlo.
Guarra en el siglo XXI
En el siglo XX vivimos tres guerras mundiales, las dos conocidas y la tercera que se caracterizo por desarrollarse en forma de guerrillas, en Vietnam, Corea y Latinoamérica. Todas estas guerras fueron por poder y dinero, pero el 11 de setiembre del 2001 comenzó la cuarta guerra mundial, que a diferencia de todas las anteriores no es por dinero y poder, la guerra del siglo XXI es por las creencias, por las libertades… por la forma de vida.
Samuel Huntington el autor de la teoría del “choque de civilizaciones”, quien afirmaba ya en 1993 que los principales conflictos mundiales del siglo XXI no serían entre ideologías ni entre estados-nación, sino entre civilizaciones con sistemas de valores distintos.
En su libro vaticino un enfrentamiento entre las culturas, que nadie tomo en cuenta hasta ahora, cuando encendemos la TV y vemos imágenes amenazadoras, con decapitaciones en primer plano, como si un director de Hollywood estuviera elaborando un guión sobre los temores más sombríos de Huntington.
Cada vez que los terroristas asesinos mesiánicos atacan a ciudades del mundo matando a miles de personas que su único pecado es ir a trabajar o estudiar, como usted o yo, siento la misma desesperación, indignación e impotencia.
Las naciones del mundo no pueden ni deben sucumbir ante la lógica infernal que proponen las bestias asesinas, que gozan diseminando el terror en el mundo.
En su camino de odio los terroristas matan al azar, aun sabiendo que sus víctimas son personas indefensas, ya que ese es el ideal -si se lo puede llamar así- espectral, monstruoso, sobre el cual se sustenta la lógica del terrorismo, que se ha convertido en el peor enemigo de la humanidad del siglo XXI.
La lentitud del accionar de los gobiernos, tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea en tomar decisiones, provoca el crecimiento y avance de las olas terroríficas, que continúan asesinando personas indefensas, porque sus líderes ven la cobardía e indiferencia que muestran los gobernantes que dicen defender la democracia.
No puede haber excusas para no respaldar una lucha frontal contra las organizaciones que promueven y financian el terrorismo en el mundo. Las naciones democráticas y comprometidas con la defensa de los derechos humanos deberían unir sus esfuerzos para erradicar estas maquinarias de la muerte, dejando de lado conveniencias políticas o ideológicas coyunturales para enfrentar a quienes atentan contra la vida humana y la paz.
Mientras las cosas sigan así, tendremos que soportar las imágenes que llegan de Medio Oriente, con todos sus muertos y todo su dolor, aumentado a lo indecible cuando se trata de niños, ancianos, mujeres, todos víctimas del mismo odio religioso y la misma miseria humana, en nombre de un Dios que, con distintos nombres siempre es el mismo para todos, y nos dio la vida con una sola misión, que nos amemos, que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Hasta la proxima.