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Inmigrantes legales no consiguen trabajo acorde con capacidad

Muchos inmigrantes cualificados que llegan a los Estados Unidos legalmente, a menudo se ven obligados a realizar trabajos por debajo de sus posibilidades y preparación para poder mantener a sus familias

En Perú, Inés González Lehman dirigía un equipo de mercadeo de 14 personas en una firma de alta tecnología. Después de casarse con un estadounidense y emigrar legalmente al país de su marido, el único trabajo que consiguió fue el de hacer copias y atender llamadas telefónicas en el último peldaño de la escalera empresarial.

 El proyecto de ley de inmigración que acaba de ser derrotado en el Senado habría incrementado el número de visas para trabajadores altamente capacitados. Pero hay decenas de miles de inmigrantes capacitados como González Lehman que están en el país y tienen autorización para trabajar, pero están estancados en trabajos donde no pueden aplicar su experiencia y conocimientos.

 Aprender cómo funciona su sector en Estados Unidos, enterarse de vacantes laborales, presentar sus cualidades como para convencer al empleador estadounidense: esos pasos, que domina cualquiera que se haya formado en el país, pueden ser el obstáculo que se interponga entre un recién venido y un trabajo que está perfectamente capacitado para realizar.

“Hay una reserva de talento que evidentemente está mal promocionada”, dijo John Bradley, director de recursos humanos de la banca de inversiones JP Morgan Chase & Co. “Nosotros necesitamos una provisión constante de gente capacitada, y ésta es una fuente viable, de formación sólida, a la que no hemos acudido en el pasado”.

 Decenas de empresas, como JP Morgan Chase, buscan inmigrantes capacitados que ya se encuentran en Estados Unidos a través de Upwardly Global, una agencia de colocaciones sin fines de lucro con sede en San Francisco. La organización, que tiene una oficina en Nueva York, se dedica exclusivamente a los inmigrantes legales de alto nivel de formación, a los que ayuda a mejorar su capacidad para “venderse” en el mercado y los conecta con empleadores interesados en sus capacidades.

La directora ejecutiva Jane Leu tuvo la idea cuando conoció a un ingeniero iraquí y un cirujano bosnio en una planta procesadora de pollos en Nueva York. Leu, que trabajaba en un programa de asimilación de refugiados, pensó que deberían tener mejores oportunidades.

 “Nuestro sistema está bien aceitado para asimilar a la mano de obra barata”, dijo. “Pero esta gente se apasionaba por sus carreras”.

 Las historias de inmigrantes altamente capacitados que realizan tareas humildes son parte del folclor estadounidense: el médico polaco que trabaja de portero, el contador libanés que maneja un taxi, el ingeniero paquistaní que se gana la vida en un restaurante. Día a día se suman nuevos inmigrantes a la nómina.

 Leu dice que el conocimiento del inglés y lo que ella llama el problema de la percepción _”cuando uno piensa en Bolivia, la mayoría de la gente no piensa en ingenieros”_ son obstáculos grandes.

Pero el mayor de todos es introducir al recién venido en el sistema de búsqueda de empleos y la cultura del lugar de trabajo.

 “Un inmigrante que sabe realizar un trabajo frecuentemente no sabe cómo conseguirlo”, dijo Leu.

 Más de 1,2 millones de personas adquirieron la residencia permanente legal el año pasado. Muchos trajeron consigo su formación profesional, conocimiento de idiomas y la capacidad de trabajar en distintas culturas, cualidades apreciadas por empresas que trasponen las fronteras.

Pero a diferencia de Canadá y Australia, que seleccionan inmigrantes con los conocimientos deseados y les ofrecen empleos que pueden aprovechar esa formación, Estados Unidos oficialmente no hace intentos por integrar a los inmigrantes en la economía.

 Algunos observadores consideran que eso está bien.

 “La economía de mercado generalmente sabe conectar a la gente”, dijo Stuart Anderson, director ejecutivo del centro de estudios National Foundation for American Policy.

 Este juicio encaja con la admiración que siente el estadounidense por el que es capaz de progresar por sus propios medios.

 “Aquí tienes muchas oportunidades, pero depende de ti”, afirmó Jeanne Batalova, analista de políticas del Migration Policy Institute (MPI), con sede en Washington. “En Estados Unidos se da por sentado que si tienen esa capacitación, seguramente tienen recursos, y por lo tanto son los que necesitan menos ayuda”.

 Pero los defensores de los inmigrantes dicen que eso no es cierto en todos los casos. Entre los inmigrantes que arribaron con títulos universitarios obtenidos en el extranjero, el 42% de los latinoamericanos, el 21% de los asiáticos y el 18% de los europeos realizan trabajos que no requieren capacitación, según un análisis del MPI de las estadísticas del censo y la Oficina de Estadísticas Laborales.

 Los extranjeros que trajeron sus títulos de afuera carecen de una red de amigos universitarios que les ayudarían a atravesar la puerta, dijo Leu. Y con frecuencia se sienten incómodos con la cultura empresarial estadounidense, que valora la autopromoción y el individualismo.

En una entrevista, les resultaría difícil caer en la autopromoción que espera el empleador estadounidense, optando en cambio por presentar abultados currículos. Pero éstos suelen ser largas listas de títulos laborales que no abundan en esos verbos activos que se usan para poner de relieve los logros conseguidos, dice Leu.

 Por otra parte, los empleadores no saben reconocer los títulos y la experiencia laboral obtenidos en el extranjero.

 “En Perú, yo era alguien. Aquí no era nadie”, dijo González Lehman, alzando las manos en un gesto exasperado.

 Upwardly Global brinda orientación y cursos a inmigrantes como González Lehman y también a los empleadores que buscan esa clase de gente. Ella consiguió un puesto en el departamento de ventas de Google, en el que vincula a páginas de internet dirigidas a las audiencias hispanas con agencias publicitarias interesadas en el mismo público.

 “Ahora siento que estoy activa, que soy productiva”, concluyó.

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