Horas extras, ¿mayor competitividad?

Laura Cortés

Un gran número de empresas exigen a sus empleados cumplir con horarios extenuantes que superan las ocho horas y que se prolongan por las noches y durante los fines de semana, pensando que así aumenta la competitividad, pero ¿será esto cierto?

En la actualidad, existe la creencia generalizada de que mientras más tiempo pasen los empleados dentro la oficina, más comprometidos están con el proyecto institucional y esto se reflejará en su eficiencia. Esa conjetura es, en buena medida, la razón de las exhaustivas rutinas, pero debido a esto no hay tiempo para la familia. Tampoco para el ocio o la recreación. Es difícil pensar en una especialización profesional e, incluso, las horas de descanso rara vez son las necesarias para recuperarse. La mayor parte de su vida transcurre en su lugar de empleo.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo industrializado este tipo de jornadas están a la boga: “En una economía que funciona 24 horas al día y siete días a la semana se exige, en nombre de la competitividad, horarios adaptados a esa realidad”, se asegura en un informe.

Ironías laborales

Paradójicamente, las extensas rutinas no son garantía de mayor eficiencia y competitividad para la empresa. En este sentido, no existe correlación entre la cantidad de horas que se trabaja y la productividad. Por el contrario, estudios como el realizado por la OIT, Horario de trabajo decente: nuevas tendencias, nuevas situaciones señalan que las largas jornadas pueden convertirse en un bumerang para la productividad, porque desmotivan a los empleados y generan rendimientos mediocres, entre otros males.

A largo plazo, la sobrecarga horaria suele provocar ausentismo laboral y potenciar los riesgos de enfermedades emocionales y sociales, como el estrés y la fatiga crónica. El desequilibrio entre la vida profesional y la personal, es una más de las graves consecuencias.

Irónicamente, sobre todo en países en vías de desarrollo, a pesar de sus exhaustivos horarios, los empleados no siempre perciben una remuneración económica que justifique su desgaste físico e intelectual y sí reducen su calidad de vida.

Inteligencia, la clave

Organizar adecuadamente las horas de trabajo y distribuir mejor las labores entre los empleados son medidas que logran economizar tiempo y optimizar recursos. Salvador Malo, director de investigaciones del Instituto Mexicano para la Competitividad señala que entre más preparación poseen los trabajadores más competitividad se genera, por lo que otra pauta a seguir sería la implementación de programas de capacitación.

A nivel individual, el investigador recomienda a los empleados estar dispuestos a aprender cosas nuevas y a utilizar mejor las herramientas tecnológicas que se tengan al alcance. Una mayor capacidad para comunicarse por escrito y oralmente es también otra forma eficaz de ser más competitivo.

Por su parte, el informe de la OIT enfatiza que para lograr mayor competitividad se debe apostar por las jornadas laborales flexibles y “un horario de trabajo decente” que permita “arreglos saludables” los cuales beneficien a las familias, promuevan la igualdad de género, favorezcan la competitividad empresarial y faciliten la influencia de los empleados en la determinación de sus horarios. El estudio muestra que hay pruebas empíricas suficientes para asegurar que la reducción de los horarios laborales excesivos resulta en ganancias en la productividad a lo largo de los años.

Sin embargo, por sí sola la disminución de las jornadas laborales no asegura una mayor competitividad; en cambio, la recomendación de los especialistas en este campo es apostar a la inteligencia y a la preparación aplicada al ámbito laboral, pues en la medida en que los empleados cuentan con el tiempo necesario para poder combinar el trabajo, el estudio, la realización de sus actividades personales y de convivencia con su familia, el compromiso que se genera hacia la empresa garantiza un rendimiento efectivo.

Laura Cortés

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