Fundamentalismo Feminista

Después de Marx y su desfasada visión economicista y dogmática de la realidad una de las visiones que más ha buscado imponerse a las masas es la del feminismo extremista. Esta, tiene su mito fundacional en un imaginario “patriarcado”, que sería un sistema omnipresente y subyugador supuestamente creado por los hombres para someter a las mujeres. En consecuencia, sostienen la falacia de que el hombre “nace” opresor y la mujer “nace” víctima y, por tanto, que todo se trata de luchar por la liberación de las pobres mujeres.
La cara publicitaria de este feminismo radical es el llamado “enfoque de género”, una especie de aplicación académica de sus dogmas a la cultura, que se ha diseminado con grandes presupuestos en los centros de estudio para el adoctrinamiento masivo de la juventud.
Por supuesto, en la historia se han dado muchas injusticias para con el sexo femenino y demasiadas veces los hombres han abusado de su fuerza física y poder para oprimirlas, pero el ultra feminismo actual no lucha contra esto. Sólo se apodera y asume algunas historias concretas que le son funcionales, pero evita profundizar y dar soluciones reales para no perder vigencia. Es notoria su falta de crítica a países y culturas del mundo donde el trato hacia las mujeres es abominable (en especial, las que profesan una religión diferente al cristianismo) ya que esto no suele representarles mucha ganancia.
La consecuencia práctica de todo esto ha sido un monumental impulso por sembrar la sospecha en la vida de las parejas occidentales, por favorecer arbitrariamente los intereses de la mujer (“población vulnerable”) en los litigios, por imponer cuotas y alternancia antimeritocrática de sexos en todos los niveles de gobierno y hasta por promover una lucha abierta de poder entre hombres y mujeres. Muchas mujeres, en su afán por superar al varón, han ido perdiendo los rasgos propios de su feminidad (por ejemplo, la maternidad y el apego a los niños) y han adquirido progresivamente rasgos masculinizados de ser y de actuar.
¿El resultado? Una tendencia a la criminalización del varón por ser varón, facilidades para la separación de las parejas, aislamiento del individuo, y depresión. La era del gran “empoderamiento” femenino, es también la era de la gran soledad.
Mientras tanto, los problemas de fondo siguen allí y la visión radical feminista no los ha solucionado. Sólo se ha vuelto cada vez más radical, más extrema y más fundamentalista.

 

After Marx and his outdated economistic and dogmatic vision of reality, one of the visions that has most sought to impose itself on the masses is that of extremist feminism. This has its founding myth in an imaginary “patriarchy”, which would be an omnipresent and subjugating system supposedly created by men for some women. Consequently, they hold the fallacy that men are “born” oppressors and women are “born” victims and, therefore, that everything is about fighting for the liberation of poor women.
The advertising face of this radical feminism is the so-called “gender approach”, a kind of academic application of its dogmas to culture, which has been disseminated with large budgets in the study centers for the mass indoctrination of youth.
Of course, in history there have been many injustices towards the female sex and too many times men have abused their physical strength and power to oppress them, but today’s ultra-feminism does not fight against this. It only takes over and assumes some concrete stories that are functional for it but avoids going deeper and giving real solutions so as not to lose validity. Their lack of criticism of countries and cultures in the world where the treatment of women is abominable (especially those who profess a religion other than Christianity) is notorious since this does not usually represent much gain.
The practical consequence of all this has been a monumental impulse to sow suspicion in the lives of Western couples, to arbitrarily favor the interests of women (“vulnerable population”) in litigation, to impose quotas and antimeritocratic alternation of sexes in all levels of government and even for promoting an open power struggle between men and women. Many women, in their eagerness to overcome the male, have gradually lost the traits of their femininity (for example, motherhood and attachment to children) and have progressively acquired masculinized traits of being and acting.
The result? A tendency to criminalize the male for being male, facilities for the separation of couples, isolation of the individual, and depression. The era of great feminine “empowerment” is also the era of great loneliness.
Meanwhile, the underlying problems are still there, and the radical feminist vision has not solved them. It has only gotten more and more radical, more extreme, and more fundamentalist.