
“Felicitaciones, señor, usted está embarazado…”
La madre insistía con lágrimas ante el juez. “No le dé visitas a mi ex marido. Él sigue usando drogas. Por eso que nos separamos. Absorbía ese polvo por la nariz con las niñas mirando. Se ponía todo loco, las asustaba. Si usted deja que las niñas se vayan con él, seguirá en lo mismo”. “Bueno”, dijo el juez. Aquí tengo el informe del programa. Dice que él no ha faltado a las clases, participa, ayuda a otros. Tengo que tomar en cuenta las pruebas que él presenta a su favor”. “No su señoría, él sabe disimular muy bien”. “Bien”, dijo el juez dirigiéndose al papá que escuchaba respetuosamente. “Si lo mando ahora mismo a practicarse una prueba de drogas, ¿cómo saldría?” “Perfectamente bien, yo no estoy usando. Estoy totalmente limpio”. “Muy bien. Vaya al laboratorio y se practica una prueba de orina. Ellos envían los resultados de inmediato. Regresen en tres horas”. El joven salió de la sala de la mano con su novia. La madre de las niñas también se retiró. Tres horas después estaban ante el juez. La madre a un extremo de la mesa, y el padre al otro. “Ahora”, dijo el juez, “abriré el sobre enviado por el laboratorio con los resultados de su prueba de orina”. Después de una mirada al escrito, una sonrisa pícara cruzó por el rostro del juez mientras se dirigía al joven. “Felicitaciones, señor, ¡usted está embarazado!” Un grito confundido con gemido salió de la audiencia. La novia del joven saltó de su asiento, y en segundos salió de la sala ahogando el llanto. “Mire joven”, le dijo el juez, “La misma trampa lo delató. Usted fue con su novia al laboratorio. En vez de su muestra, ella fue quien la dio, y usted la hizo pasar como suya. Y, ¿se dio cuenta? ¡Su novia ni sabía que estaba embarazada! Estas pruebas detectan no solo drogas sino embarazos. Le niego su petición de visitas con las niñas”.
Hay tantas personas quieren convencernos que buscan nuestro bien. Hasta pueden ser organizaciones que aparentan ser religiosas y piadosas. Pero en fin, sólo quieren su propio placer, dominio, y hasta el control de nuestro dinero. Para hacerlo, no hay trampa alguna que les quede corta. Pero al fin caen en sus propias trampas. Las Sagradas Escrituras declaran que sólo Aquel que subió a la cruz en nuestro lugar es quien tiene el derecho de buscar nuestro bien y protegernos. “Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas?” (Romanos 8:32). “Así que no se preocupen diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos vestiremos?’ Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:3-33).
Comentarios:
haroldocc@hotmail.com