Falló la ruta Messi, decidieron los arietes

Una excelente jugada colectiva resolvió un mal partido del equipo azulgrana. Así son las cosas en el Barça de vez en cuando, sobre todo si Messi se toma el día libre, como ocurrió ante Osasuna. No marcó La Pulga , que además tomó una tarjeta en su partido 200 con la zamarra azulgrana, y tuvo que ser Ibrahimovic el que pusiera la puntera para embocar un centro de Maxwell después de una acción bien elaborada por Iniesta y Pedro. Desequilibrado el choque, compareció Bojan para rematar la contienda y no quedaran dudas sobre el triunfo azulgrana. Definitivamente, era el día de los delanteros centros, el mejor punto y final a las jugadas cuando falla la ruta Messi. Los goles en el Barça o son golazos o no hay goles. Imposible meter el gol del cojo, marcar de rebote o forzar un tanto en propia portería, o de penalti. Hay que llegar a la portería por la vía de Messi o por la de los extremos y laterales, para acabar en el área pequeña, la zona del ariete. El truco está en perseverar y no perder la paciencia.

Al Barcelona le llevó un buen rato coger el sitio en la cancha. No se sabe muy bien qué pretendía Guardiola cuando paró un rombo para empezar (4-4-2). Messi no enganchaba con Ibrahimovic y Henry, y Osasuna tuvo dos ocasiones para poner el partido a su favor: Valdés sacó un remate de gol a Vadocz y Puyol bloqueó un tiro franco de Masoud. El encuentro se puso tan peligroso que al entrenador azulgrana no le quedó más remedio que cambiar sobre la marcha y recuperar el dibujo de las últimas jornadas (4-2-3-1): Ibrahimovic se situó como ariete mientras Iniesta y Henry ocupaban las bandas y Messi ejercía de enganche por delante de Busquets y Touré. Tampoco funcionó la mecánica de juego, el fútbol de combinación y elaboración azulgrana, ante la buena presión del plantel rojillo, que llenaba mejor la divisoria, ganaba el balón y alcanzaba con frecuencia el área de Valdés. El partido demandaba de nuevo la mano del técnico, y Guardiola recuperó el 4-3-3, el dispositivo clásico del Barça. Ni siquiera desde la convencionalidad reaccionaron los azulgrana, desconectados, incapaces de generar una buena jugada, como si extrañaran que un partido de Liga se jugara el miércoles, día reservado para la Copa de Europa. Llegado el descanso, apenas se contaba un remate de Messi al poco de empezar y unos cuantos córners.

Al Barça siempre le ha costado tirar la línea de pase cuando mezclan Puyol y Milito, dos centrales muy físicos, y no comparecen Piqué, Márquez o Chigrinski, menos defensas y más volantes. A falta de fluidez y velocidad, en los partidos pastosos como el de ayer se imponen las acciones de estrategia o las soluciones individuales. Guardiola mandó a Pedro a calentar y arengó al equipo durante un cuarto de hora largo, más del que permite el reglamento, para sorpresa de la hinchada, que se preguntaba a qué venía la tardanza de los jugadores en regresar al terreno. A partir de Pedro, los azulgrana se estiraron mejor y con más tensión desde el 4-2-3-1 de rigor. Hubo un mayor dinamismo y aumentó la presencia del Barcelona en cancha de Osasuna.

Ibrahimovic, sin embargo, continuaba jugando mejor sin balón, Messi aparecía poco, Alves apenas profundizaba e Iniesta no está en forma para asumir sus funciones y las de Xavi. La afición se puso nerviosa porque, a partir de una buena organización defensiva, Osasuna mataba el partido con facilidad, especialmente solvente a la hora de impedir que los azulgrana filtraran el último pase.

Rivales del calado de Osasuna y partidos como el de ayer subrayan, de vez en cuando, que el Barcelona ha perdido sorpresa y remate, falto un ariete con gol, capaz de marcar con independencia del juego del equipo. No se cuentan tiros de media distancia, no se fuerzan ocasiones ni se intimida al contrario. Hay momentos en que al aficionado le dan ganas de saltar al campo y alterar el orden de las cosas, porque cuando las jornadas se ponen tan difíciles, incluso en el Barça el fin justifica los medios. Así de feo estaba el asunto, cuando el equipo desequilibró el encuentro con una jugada de las más ortodoxas, marca de la casa, como mandan los cánones y está escrito. Pedro tomó la pelota en una buena conducción, tocó para Iniesta, que avanzó hasta que Maxwell le dobló, y el lateral centró al segundo palo para la llegada del ariete, que se llama Ibrahimovic. Un gol de salón como debe ser en el Barça para cerrar cualquier partido, incluso el más difícil. Abatido Ricardo, compareció Bojan para decir precisamente que los arietes están para jornadas como las de ayer cuando no funciona la ruta Messi.

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