“Es que nos vamos a Divorciar”

“Es que nos vamos a Divorciar”

La sala judicial estaba lista. Había sido adornada con figuritas de ositos, leones, jirafas, nubes, carritos, aviones, barquitos. También había ositos de felpa listos para entregar a los niños que serían adoptados: un gran oso panda, un tigre con enormes manchas, un mono de cola larga, y una enorme ballena blanca y negra. En una mesita había un pastel de chocolate para celebrar la adopción. Tres niños y una niña: 12, 10, 9, y 7. El juez se paseaba nervioso por el pasillo interior, pero ya ataviado con su túnica judicial. Los abogados miraban por la ventana ansiosamente. La secretaria del juez levantaba el auricular del teléfono, marcaba varios números, esperaba, volvía a colgar y marcaba otra vez. La tensión era obvia. Finalmente, hizo un gesto al abogado del municipio, quien rápidamente tomó la llamada. Solo se podía escuchar lo que decía el abogado. “¿Cómo? ¿No pueden llegar? ¿Tienen problemas de transporte? Ah, ¿será que uno de los niños está enfermo? ¿Tampoco? Entonces, ¿por qué no pueden venir? ¡Cómo? ¿Puede repetir, por favor? ¿Qué se van a qué? Los otros abogados y el juez ya se habían reunido alrededor del teléfono y el abogado. En ese momento el abogado oprimió el botón de “parlante” para que todos pudieran escuchar. La voz del señor al otro lado era fuerte y clara, “Es que mi esposa y yo nos vamos a divorciar…”
¡Qué sería de nosotros si Jesús no se hubiera presentado a la cruz para adoptarnos! ¿Qué tal si toda la humanidad se hubiera quedado esperando al pie de una cruz vacía para que llegara su redentor? ¿Qué tal si hubiera llegado un profeta de parte de Dios diciendo, “No va llegar, no va llegar, cambió de opinión, se le hizo difícil. Hay desacuerdo en la Trinidad. El Hijo los quiere adoptar por gracia, el Padre y el Espíritu quieren poner condiciones. No se pusieron de acuerdo. Quédese cada cual en su pecado, miseria, y perdición. No se cumplirá la promesa de justificación ni vida eterna”. Pero el testimonio de la Escritura es que llegó y a tiempo. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo condenación, a fin de ser adoptados como hijos” (Gálatas 4:4). Y también, “Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo”. (Efesios 1:5). Y tampoco es que hoy se nos da una lista de condiciones, obras, y ceremonias que cumplir para ser adoptados. En la cruz, Él se presentó y firmó el acta de adopción con su propia sangre. Hoy solo nos queda por la fe recibir el acta de que ya fuimos declarados hijos e hijas de Dios para siempre. ¿Lo crees? Entra hoy por la fe a tu familia espiritual que nunca te defraudará. Vivirás en un eterno abrazo.
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