
El último Beso
Pláticas entre Padres...
Da mucho enojo, más que molestia, pensar en lo que pasó en Florida el miércoles 14 de febrero, el “Día del Amor.” ¿Cómo puede ser que uno como padre, se despide de su hijo en la mañana, lo deja en la escuela, allí junto con sus amigos, le da lo que será el último beso, confiado que está seguro bajo esos techos? Ni se le cruza por la mente que jamás volverá a ver a su hija, a su hijo con vida, que en pocas vidas su cuerpo estará totalmente destrozado. Todo lo que uno ha dado por esa vida. Desde los momentos de amor apasionado cuando esa vida fue fecundada, la indescriptible alegría cuando uno supo que venía en camino ese bebé. La anticipación de los nueve meses, la preparación de la recámara para el bebé, las nuevas cortinas, la cuna, la ropa, la lluvia que le dan a los padres, el gozo y el dolor estremecedor del parto. La alegría de tener a bebé en los brazos. Los miles de momentos de gozo y preocupación por el desarrollo de esa criatura. El momento cuando nos regresó la sonrisa, cuando comenzó a gatear, se sentó por primera vez, miles de logros, gozos compartidos, cambios de pañales y ropa, cumpleaños celebrados, pasar por toda la niñez, ver el amanecer de una señorita, de un joven florecer ante nuestros ojos… todo para que en instantes todo, quede roto, ¡despedazado por balas cuyo único objetivo es destrozar y matar!
Mi ira, no furia, se une a la de esos padres. Esa jovencita, ese muchachón pudiera haber sido el mío. De ningún modo merezco recibir esa llamada, mi querida niña, niño yace despedazado en una camilla de la morgue más cercana. Mis grandes anhelos y sueños para ese joven, destrozados. Las mismas ilusiones de esos jóvenes, hechas pedazos, pedazos de su misma carne. ¿A quién se le ha ocurrido que eso es normal? ¿Qué yo me debo acostumbrar a eso? ¿Qué ese es el precio que yo debo pagar por vivir en un país de libertad? ¿Qué el derecho de ese muchacho desquiciado de comprar un arma hecha sólo para matar y destrozar debe ser más que el derecho que yo tengo como padre de tener a mi hijo vivo en mis brazos?
Por favor. Me duele mucho. Me uno a esos padres. A esos compañeros que quedaron con vida. A toda esa comunidad que busca encontrarle sentido a lo incomprensible. Si lo mismo pudiera ocurrir en cualquiera de nuestras escuelas. Lo mismo pudiera pasar aquí a puertas nuestras. Dios tenga misericordia de nosotros si ya no nos asombra, si ya no nos afecta, si ya no nos sentimos violentados. Es hora de sentir el dolor ajeno como el nuestro. Si pensamos estamos muy lejos de la Florida para hacer algo, hay algo que podemos hacer hoy mismo. Amarnos más. Aprovechar más el tiempo con nuestros hijos. Abogar por su seguridad. Dijo un gran pensador, “El precio de la libertad, es la eterna vigilancia.”
Comentarios:
platicaspadres@gmail.com