El Sexo por Obligación

El Sexo por Obligación

¿Cuándo la relación sexual se convierte en una forzosa obligación? Es muy común que uno de los integrantes de la Pareja, después de algún tiempo y sin previo aviso, baje su disposición a participar en la relación íntima. Esta situación es muy normal a cualquier edad, tanto en hombres como en mujeres, sin embargo, lo preocupante es la interpretación que se le dé a este suceso.
Las causas de esta situación son multifactoriales, y nada tiene qué ver con el Amor que la persona afectada sienta hacia su Pareja. Antes que nada, entendamos que sexo no es igual a Amor, ni viceversa. Porque es esta confusión es la que origina los conflictos de alcoba. Se puede tener sexo sin amor, y también desarrollar un amor sin sexo; todo dependerá de los acuerdos que se hayan establecido, después de una previa y sincera plática sobre el tema de la sexualidad.
Tener sexo “porque nos toca” puede ser interpretado por uno de los involucrados como una agresión y falta de criterio. De hecho, abre las puertas a los resentimientos callados y las venganzas silenciosas. La indisposición o la baja de interés pueden deberse a docenas de causas, y no necesariamente que se haya esfumado el Amor. El peligro radica en creer que la persona señalada perdió definitivamente el apetito sexual y que por lo tanto ya dejo de ser funcional.
En su mente, esta persona puede continuar con una imperiosa necesidad sexual y sentir toda la pasión amorosa, pero físicamente la apetencia puede haberse bloqueado por diversos factores tales como el estrés, el cansancio, la preocupación, la falta de sueño, los conflictos personales, los problemas tanto familiares, como de escuela o del trabajo, algunos medicamentos o fármacos, la edad, la diabetes, las diferentes adicciones, etc.
Ocasionalmente, cualquiera de los involucrados puede negarse a participar, porque ese es su derecho y no su obligación, sin que esto signifique un rechazo ni sentimental, ni mucho menos sexual. Ser obligados a tener sexo sin consentimiento es una violación a ese derecho. Respetar la disposición de la Pareja es, además de ser una tierna cortesía, es un verdadero acto de Amor. Porque a veces aún no es el momento, y en otras ocasiones ya dejó de serlo.
Cuando por desgracia se considera o se vive el sexo “por cumplir”, la relación sexual se convierte en un forzado compromiso, luego en una penosa retribución, para finalmente terminar en una fastidiosa tarea. Por ignorancia en materia sexual, por falta de experiencia, o por el total desconocimiento de las formas y tiempos de estímulo de la Pareja, uno de los participantes puede creer que a su acompañante ya se le terminó el interés, o que ya dejó de funcionar sexualmente, y que por lo tanto se le debe relegar, abandonarle o cambiarle por otra persona.
Lo que debería ser un placentero abrazo de placer supremo, ahora se ha convertido en un humillante deber. El contacto íntimo debe ser una forma más de expresión, es abrir otro canal de comunicación para expresar desprendimiento, y fundirse en las gratas energías que emanan de las sensaciones que producen los diferentes estímulos que nacen de la entrega amorosa.
Pero el verdadero trauma se forma no por el suceso en cuestión, el cual casi siempre puede ser esporádico y pasajero, sino por las palabras de reproche que fueron dichas por uno o ambos consortes. Estas palabras externadas en un momento tan crítico suelen agravar la situación, y convertirla en una profunda herida emocional que puede durar años, creando un mudo rechazo hacia la relación sexual con esa persona en particular.
Esas palabras bastan para producir reacciones violentas, y a veces con funestos resultados, porque aquello que la persona imagina y teme, se convierte en realidad. Pueden crear una serie de malestares o enfermedades psicosomáticas, que aparentemente nada tienen que ver con el suceso, pero que se resisten por años a cualquier tratamiento.
Ser personas enteradas de todas las dificultades que se generan por la falta de información de una función básica como es la sexual, es una obligación de las personas que aprecian su vida íntima, tal como la viven las personas emocionalmente estables.

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