El Rabino y el Perdón

Hace varios años, cuando estudiaba en Jerusalem, Israel, uno de mis profesores era el Rabino Zev ben Itzjak, experto en Kabbalah y religiones comparadas, el Rabbí Zev, como lo conocíamos, era una persona muy jovial, con sus casi seis pies de alto y sus mas de doscientas libras de peso, era muy alegre, siempre tenia una sonrisa bajo su blanca y larga barba… nos contaba historias bíblicas y algunas que inventaba el mismo, o adaptaba para el momento… historias que nos ayudaban a ver la vida desde una óptica diferente, siempre con final feliz, donde el Cielo vencía al Infierno en su lucha constante por el alma del ser humano… pero el Rabbi Zev nunca hablaba de su Polonia natal, de como había sido su juventud o porque había emigrado a Israel… una vez aprovechando que estábamos solos le pregunte… su cara se endureció, me miro fijo a los ojos y me dijo entre susurros… allí venció el Infierno…

El sabía que esa respuesta no me había satisfecho, que mi curiosidad me llevaría a ir por más… una tarde, luego de la clase, invito a siete alumnos a su casa, yo era uno de ellos… luego de algunos cuentos humorísticos y que su esposa Raquel nos sirviera unos pasteles exquisitos, elaborados por ella, el Rabbi Zev nos señaló unas fotos en la pared… allí estamos con nuestros nueve hijos, dijo poniendo orgulloso una mano en el hombro de su esposa… en esta otra con nuestros once nietos… y allí en un salón festejando nuestros cuarenta años de casados… con toda nuestra descendencia y sus familias… dijo alegremente, luego se sentó a la mesa y agrego… todos nuestros hijos nacieron en Jerusalem, pero uno solo, que aun no se caso, se quedo aca, tres viven en los Estados Unidos, cuatro se mudaron a diferentes ciudades de Israel y Aarón que nunca volvió de la guerra, esta enterrado simbólicamente en el cementerio a los héroes, pero nunca lo encontraron, quizás algún día cruce esa puerta como si nada hubiera pasado… dijo mientras bajaba la cabeza y rezaba…

Cuando levanto la cabeza su cara irradiaba luz mientras sus ojos mostraban paz interior… se acomodo en la silla y nos miro uno a uno… ustedes siete fueron los únicos de mas de sesenta alumnos, que se dieron cuenta que nunca he hablado de mi infancia o adolescencia, o tal vez los únicos que se atrevieron a preguntarme, dijo entre severo y molesto… por eso… por curiosos y por osados creo que merecen una respuesta o mejor dicho una explicación, agrego.

Nací a orillas del río Wiska, al sur de Polonia, cerca de unas montañas, dijo serio, mi abuelo, mi padre y dos de mis tíos eran rabinos, mi abuelo había tenido once hijos, mi padre nueve, igual que yo, y mis tíos otros tantos… en la zona había un par de sinagogas, varias iglesias católicas y una iglesia luterana, allí convivíamos judíos, cristianos y católicos… éramos una gran familia… vivíamos felices con lo que el Cielo nos brindaba… estábamos lejos de las grandes ciudades… Cracovia que era la más cercana quedaba a muchas horas de marcha, no había buenas carreteras ni vehículos veloces… así que las malas noticias nos llegaron muy tarde… cuando el ejercito nazi empezó a llegar al pueblo, ya no teníamos forma de escapar, Polonia había sido invadida hacia mas de tres meses y nosotros recién nos enterábamos… yo tenia catorce años y mi hermana menor doce, éramos los mas pequeños, mis padres nos dejaron con la familia de un pastor luterano, antes que el ejercito se los llevara junto a todos los demás… fue la ultima vez que vi a mis padres, hermanos, tíos o primos… el ejercito nazi robo y quemo nuestras casas… dijo, bajando la cabeza…

Al domingo siguiente el pastor y su esposa nos llevaron a la iglesia, junto a sus tres hijos, allí nos dieron nuestra “nueva” partida de nacimiento como hijos “legítimos” del pastor y fuimos bautizados igual que otros jóvenes de distintas edades, con los que habíamos estudiado en la escuela judía… entre ellos estaba Raquel, mi esposa, que por ese entonces tenia la edad de mi hermana, todos nos mirábamos sin decirnos nada, habíamos cambiado de familia, de casa, de religión, de identidad, sin entender nada, no sabíamos que había pasado con nuestras familias, ni sospechábamos que nunca mas las volveríamos a ver y al mismo tiempo, agradecíamos a las familias que habían salvado nuestras vidas… los domingos iba a la iglesia a estudiar la vida de Jesús y los sábados me encerraba en mi cuarto a leer la Tora… a los dos años y antes que el ejercito alemán me llame a formar parte de las SS, (hubiera sido una ironía del destino), salimos con Raquel de Polonia, vía Suiza, para llegar a este país, mi hermana no pudo viajar por estar muy enferma de los pulmones, se que falleció dos años después… termino el Rabbi Zev… bajo la cabeza y comenzó a rezar… nosotros hicimos lo mismo…

Raquel trajo mas pastel, que comimos en silencio, con la cabeza gacha, sin atrevernos a levantar los ojos… no sabíamos que decir, ni como decirlo… hasta que el mismo Rabbi Zev comenzó a cantar en hebreo… nos quedamos asombrados… sentado a la cabecera de la mesa estaba ese hombre grandote, con su barba, su sombrero, su traje negro largo, que movía la cabeza de un lado al otro al compás de la canción que entonaba… quien no hubiera escuchado todo lo anterior pensaría que estaba festejando algo…

Cuando empecé a hablar mis amigos querían amordazarme, creo que de estar más cerca me hubieran pegado, pero ya era tarde… Rabbi Zev, Usted jamás podrá olvidar lo que le hicieron, Usted jamás podrá perdonar a los nazis… dije… creyendo interrumpir su canto… pero el Rabbi continuo cantando hasta hacerme creer que no me había escuchado… incluso lo creyeron mis amigos que no paraban de hacer señal para que cierre la boca…

Cuando termino de cantar su cara volvió a irradiar luz y sus ojos mostraban paz interior… mientras comía el pastel que le había dejado Raquel, nos miro a los ojos uno a uno y cuando termino fijo su mirada en mi… Olvidar y perdonar son dos palabras muy distintas, dijo el Rabbi, seguro que nunca olvidare a mis padres, a mis hermanos, a mis tíos, a mis primos, nunca olvidare los días felices que pasamos juntos, tampoco olvidare a esa comunidad cristiana que salvo nuestras vidas, por los que tengo un gran respeto y agradecimiento, por eso nunca los olvidare… pero perdonar es otra cosa… para perdonar a alguien primero debo acusarlo… y yo no soy quien para acusar o perdonar a nadie… ni siquiera a los nazis…

Moisés dice del Señor que “es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable”… y Jesús dice que “cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados”… perdonar es una experiencia de paz y comprensión… continuo el Rabbi… se perdona al enfocar la atención en las cosas buenas de la vida, no en las malas… perdonar no significa olvidar o negar las cosas dolorosas ocurridas… perdonar es la poderosa afirmación de que las cosas malas, aun cuando hayan arruinado nuestro pasado, no arruinarán nuestro presente…

El Rabbi Zev, nos miro uno a uno a los ojos… Analicen cuál es vuestro pensamiento más recurrente al recordar algo malo, dijo… piensen cómo se sienten y aprecien cómo reacciona su cuerpo al revivir el dolor… seguro que sienten incomodidad física o alteración emocional… sienten ira… sienten enojo… sienten impotencia… sienten rencor… ahora pregúntense de que sirve toda esa alteración emocional… odiar a alguien es el error más grande que se comete, odiar es culpar de nuestra molestia a la persona que nos lastimó… y en ese momento les cedemos el poder de controlar nuestras emociones, y de seguro que ese poder será mal usado, porque seguiremos heridos y seremos víctimas de alguien más poderoso…… es increíble la cantidad de personas que le ceden poder a aquellos que nos los quieren… y el Rabbi agrego… eso no le quita responsabilidad a las personas por sus acciones, pero no podemos culparlas o perdonarlas por nuestros sentimientos…

El Rabbi Zev se quedo en silencio mirándonos… y luego agrego… perdonar es entender que las cosas pasan por una razón… nunca dudemos que en el Cielo tienen un plan para nosotros… la prueba para saber que tipo de personas queremos ser es tener que decidir entre perdonar o no perdonar… el hacerlo implica que estamos mejorando como personas, que podemos decir “Esta bien, te perdono”, pero si no lo hacemos debemos pensar seriamente que estamos fallando en algo, y cómo podríamos mejorarlo… no hace falta decírselo a nadie… el perdonar es un acto silencioso, de hecho, tiene poco que ver con la otra persona, no importa si ésta se entera o no de la liberación que experimentamos cuando nos despojamos de nuestra ira, porque el perdón cura la pena, trae reconciliación a lo que se ha quebrado dentro de uno, y hace posible la sanación del alma… recuerden que dentro nuestro tenemos un espacio limitado y si lo ocupamos con odio, rencor y culpa, no nos quedara lugar para el amor, el deseo, la esperanza…

Esta vez no hable yo, ya no tenía palabras, pero un amigo dijo:

¿Como empezar?

¿Como liberar espacio mal ocupado?

Muy fácil, dijo el Rabbi Zev, empezando por uno, comienza por perdonarte a ti mismo, reflexiona un poco en que nadie es perfecto, solo el Altísimo, ningún mortal es totalmente bueno ni malo, tanto tú como el resto de las personas reaccionan de acuerdo a como están programadas mentalmente, a lo que han aprendido o se les ha inculcado, de acuerdo a su cultura… lo importante es que debes ser tolerante con tus propias culpas y fallas del pasado, debes aceptar tus sombras psicológicas, debes aceptarte como eres y mostrarte como tal… una vez que lo logres estarás en mejor disposición de hacerlo con los demás… para eso debes sacar tu disgusto fuera, en el momento en que ha sido provocado, en vez de guardártelo… sin excesos… dándole a cada problema su valor real… concédele a cada suceso la importancia que merece, porque frecuentemente reaccionamos con exceso ante cosas pequeñas, cuando la mayoría de las cosas no son tan importantes como para no merecer ignorarlas… recuerda que si alguien busca ofenderte y tu lo ignoras le estas regresando la ofensa duplicada… liberar espacio es mas fácil aun, continuo el Rabbi… primero debes identificar tus emociones, piensa que ocultas tras tu máscara de cólera, puede ser humillación, decepción, tristeza o tal vez has despertado una zona de sufrimiento que ya existía dentro de ti mismo… piensa que el perdonar libera… te libera a ti mismo… perdonar libera de sus lazos la pena, libera la aversión que aquel acto doloroso te causó, y cuando logras ésto, ocurre algo mágico, te sientes libre… ¡Eres libre!

Todos quedamos en silencio… hasta que el Rabbi Zev puso las manos sobre la mesa, dando por terminada la visita, nosotros nos pusimos de pie, saludamos a Raquel y le extendimos la mano al Rabbi… cuando llego a mí me miro a los ojos y me dijo: Si… me costo pero pude perdonar a los nazis… no me interesa en absoluto si los nazis merecían ser perdonados… se trata de que yo necesitaba desprenderme de la telaraña de negatividad… cuando perdonas, sanas la herida, cuando perdonas abres tu corazón y recobras tu capacidad de amar, y cuando aprendes a amar tu vida se abre de par en par a un sueño glorioso… nunca te preguntes si debes o no debes perdonar… debes comprender que nunca serás feliz si no dejas el pasado atrás…

Hasta la proxima

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