“El problema es esa maña que uno tiene”

“El problema es esa maña que uno tiene”

Aunque la señora no aparentaba grave enfermedad, en realidad sufría un cáncer de la tiroides por muchos años. Con detalle contaba al abogado sus múltiples cirugías, tratamientos de radiación, cócteles de quimioterapia, y otros tratamientos. Sus medicinas le causaban sueño, el cuerpo se le aflojaba, perdía el apetito, a veces se sentía desorientada. Al fin con cierto aire dramático, se descubrió el cabello que cubría su garganta, y brevemente nos dejó ver las cicatrices que la rodeaban. Daba lástima ver y escuchar el historial, sólo que tenía cierto son de practicado y dramatizado. “Mire, aquí tengo todas las pruebas de hospitalización, tratamientos, medicinas que estoy tomando que me dejan medio dormida. Y aquí están las firmas que fui a los Alcohólicos Anónimos tal como me pidió el juez”. El abogado abrió el cuaderno y notó exactamente seis firmas. “¿Me permite?” preguntó el licenciado, y entró a la sala para enseñarle los comprobantes a la fiscalía. Mientras tanto, la ansiosa dama me platicaba. “Mire, usted no sabe todo lo que yo he sufrido con este cáncer todos estos años, las cirugías, las radiaciones… El único problema que tengo es esa vieja maña que tengo de tomar alcohol. Sólo me había tomado una cervecita antes de salir a manejar, e iba tantito a la tienda de la esquina. Me hubiera ido caminando”. Siguió platicando, pero no la escuché. Me quedé pensando en “mi único problema es esa maña…”
¿Es lo que diremos ante Dios? ¿Es lo que decimos ante la sociedad, ante nuestros hijos, ante nuestra pareja? “Yo por poco soy perfecto, mi único problema es esta vieja y pequeña maña que me lleva hacer todo lo que hago…” De veras que la frase “mañoso” nos cae a todos. Y el esquivarla, ¡también es una maña! Esta “maña” no es nada más ni menos que lo que el apóstol Pablo describió como la naturaleza pecaminosa, por su nombre griego, “sarx”, o “carne.” Esa es nuestra maña, nuestra carne codiciosa y egoísta, que aunque quiere amar, no lo puede, porque sólo quiere el amor propio, y busca sólo lo suyo. El resultado es la auto-destrucción y la destrucción de otros. Pero, es que Dios, el Juez de todos y todas la cosas, también tiene su “maña”: Perdonar. Sí, Dios siempre vuelve al perdón, pues se comprometió a perdonar con el sacrificio de su Hijo. La “maña” fue esta: Jesucristo llevaría nuestra culpa, sería condenado en nuestro lugar, y nos regalaría todo su amor, pureza, e integridad. Por cambio de creerle, todo eso sería nuestro y el perdón de nuestros pecados por la sola fe. ¿Tremenda maña, no? Al más mañoso pecador lo encuentra en el camino, y lo enfrenta, maña contra maña: “Hijo, hija, tus pecados son perdonados”. El salmista David también se enfrentó con esta maña divina y exclamó, “Oh Señor, si tu mirares los pecados, ¿quién pudiera resistir? Más en ti hay perdón para que seas reverenciado” (Salmo 130:3,4).

Comentarios:
haroldocc@hotmail.com

Share