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“El pastor fuera de control”

Era un joven pastor. Se iniciaba en una iglesia grande, como pastor de jóvenes y niños. Todo iba bien hasta que llegó Francesca, una niña de 13 años. Incorregible, incontrolable, mal hablada, descarada, traviesa, y llena de energía. La madre la mandó a la iglesia como último recurso. Al instante, todo cambió en el grupo de jóvenes. Nacho, el pastor, en poco tiempo comenzó a perder la paciencia. Francesca le arrebató el control pero llevó a los jóvenes por otro lado. En todo momento los divertía con sus muecas, gestos de mofa y burla al pastor, a la Biblia, y a toda autoridad. Hasta un día el pastor Nacho perdió la paciencia: Frente a todos le dio un par de cachetadas para calmarla, y con un jalón de greñas la sentó en la banca. Finalmente “Cesca” se calmó… pero no del todo. Llegando a casa, contó todo lo que había pasado. Antes de caer el sol, la policía llegaba a la casa del joven pastor. Sí, lo arrestaron. Lo llevaron a la comisaría. Lo dejaron libre bajo su palabra de honor que se presentaría al tribunal para responder a los cargos de Abuso de un Menor de Edad. Llegado el día se presentó sin abogado defensor. El juez le impuso clases para manejar su ira, $2,000 dólares en daños y perjuicios a la niña, y 40 horas limpiando basura en las autopistas. Si cumplía con todas estas condiciones su expediente se limpiaría por completo.
Ojalá fuera tan fácil limpiar nuestro expediente en el Tribunal de Arriba. Que con unas cuantas obras bien hechas pudiéramos lograr el visto bueno del Juez del Universo. Pero tan rencoroso es nuestro corazón que Él escucharía todas las quejas y acusaciones de injusticia que saldrían de nuestro corazón. “¿Qué? ¿Acaso no se merecía esa niña el castigo? ¡Es porque sus padres no la castigaban! Yo, ministro de Dios, ¡limpiando estas botellas rotas de cerveza en esta peligrosa autopista! Mi tiempo es más valioso, debería estar enseñando la Palabra de Dios a los verdaderos pecadores. No sé porque Dios me mandó a esa niña a la iglesia”. ¿Acaso pudiéramos ser justificados ante Dios con ese palabrerío interno? Es que nuestro expediente no se puede borrar con nuestras propias obras. Dios sólo acepta un expediente perfecto, limpio de cualquier antecedente, y no hay ser humano que lo pueda presentar… Hay sólo uno… el de su Hijo Jesucristo a quien envió para tomar nuestro lugar. El presenta su vida perfecta a nuestro favor. No es su mano dura la que nos calla. Es su fuerte amor el que nos gana. “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9). Pero, si fueras Nacho, ¿qué harías con Francesca?
Por: Haroldo S. Camacho, Ph.D., Intérprete Judicial. Detalles de la historia han sido cambiados para proteger identidades. Informes: haroldocc@hotmail.com.

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