El fantasma de Obama

No pudo ser de otra manera, Barack Obama tuvo que confrontar a sus propios fantasmas. Tenía que levantar las rocas de diversos tamaños que algunos demócratas y republicanos le habían estado aventando sobre el camino de la presidencia.

A sus enemigos, les salió el tiro por la culata. No se esperaban una respuesta rápida, coherente y balanceada en torno a los comentarios vertidos por Jeremiah A. Wright Jr., consejero religioso de Obama, de Gerardine A. Ferraro y de otros políticos oportunistas, que han estado ensuciando la campaña presidencial con epítetos raciales.

La intención de esta estrategia fue atacar a Obama con los mismo argumentos que hicieron palidecer la campaña política de Jessy Jackson años atrás.

A diferencia de Jackson, Obama no reaccionó abruptamente. Por el contrario, puso en tela de juicio a sus mismos críticos y no puso en riesgo su candidatura hacia la presidencia.

Desde que empezó su campaña política, Obama trató con poco éxito poner a un lado las discusiones sobre las divisiones raciales de este país. Su equipo de trabajo trató de presentarlo como un candidato que pudiera trascender los problemas raciales de Norteamérica y como una persona que genera unidad, en vez de dividir a los blancos de los demás grupos étnico-raciales.

De momento, todo andaba bien pero las elecciones de Texas y Ohio los sacó de sus casillas. Por una parte, el equipo de Hillary Clinton empezó a presionar indirectamente con la cuestión de raza, aunque una de sus más allegadas partidarias, Gerardine Ferraro, fue más directa. Sugirió que Obama “no hubiese estado en esa posición de privilegio si es que hubiese sido de raza blanca”. En otras palabras, Ferraro puso en entredicho la existencia de especie de “acción afirmativa” en el seno mismo del sistema político norteamericano.

Por otra parte, los conservadores más vocales tergiversaron los comentarios de uno de los progenitores religiosos de Obama. Días atrás, el pastor Jeremiah A. Wright Jr., amigo y confidente del candidato presidencial afroamericano, no solamente sancionó implícitamente los comentarios de Ferraro, sino que también condenó al racismo existente en la sociedad norteamericana. “En vez de bendecir a Estados Unidos, Dios debería maldecirla”, dijo en un sermón.

Las críticas no se hicieron esperar. Los sitios de Internet se llenaron con las acotaciones del pastor Wright. Los “talk shows” radiales de la extrema derecha, particularmente programas como de el de John and Ken Show, y los programas televisivos de Lou Dobbs, hicieron fiesta con las palabras políticas del pastor. Para debilitar la campaña de Obama, estos comentaristas diseminaron información en torno al parentesco ideológico de Obama y Wright.

La cuestión de la raza había salidos de la cajita de Pandora y Obama tenía, más que nunca, la responsabilidad de confrontarla.

Su del día martes criticó la postura de su progenitor religioso, aunque también lo defendió. “Las palabras de Wright son comentarios de una persona afroamericana que tiene el pensamiento estancado”, dijo. En otras palabras, Obama sugirió que el pensamiento del pastor, a pesar de ser congruente, se había desarrollado durante una época plagada de discriminación institucional abierta. En la actualidad la situación, no obstante de no haber cambiado totalmente, es diferente. “Los problemas sociales residen en las diferencias económicas”, subrayó.

Obama se lució para desgracia de sus críticos. Según él, los enemigos de las mayoría norteamericanas no son los blancos, negros, latinos, asiáticos, etc., sino aquellos individuos inescrupulosos que hacen utilidad del sistema económico para explotar a la gente.

Antes de la contienda política a la Casa Blanca, muy pocos daban a Obama alguna oportunidad. Inicialmente su elocuencia en la oratoria hizo vibrar a hombres y mujeres, pero ahora su madurez política está empezando ha lograr el apoyo del electorado independiente. Hoy, este grupo de moderados, que no son demócratas ni republicanos, se han convertido en piezas fundamentales del proceso electoral. Sin su apoyo, difícilmente un candidato puede consolidar su victoria. Obama parece estar inclinando la balanza a su favor.

Dr. Humberto Caspa es profesor adjunto de Ciencias Políticas en la Universidad de California, Irvine. E-mail: hcletters@netzero.com

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