Cuba: El cuento de hadas

Cuba: El cuento de hadas

Roxana Viira

La revolución cubana fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX en América Latina, que sigue teniendo mucha influencia en este continente y en el mundo entero. Se puede amar u odiar a Fidel Castro, pero no puede echársele de la historia.
Es una de las leyendas (negras) y uno de esos líderes (que quisiéramos olvidar) de un sistema alternativo que los idealistas querían implantar en vez del capitalismo. Un idealizado icono de la añoranza por la justicia, imagen de una Cuba legendaria, que dejó de existir hace mucho pero que se le aparece sólo a los que la necesitan muchísimo, que creen en ella de forma desesperada.
Para ellos, Fidel es un héroe que, arma en mano, iba a la selva a luchar contra burgueses y explotadores. Posteriormente, el gran enemigo a enfrentar sería Estados Unidos, el país más poderoso del mundo.
Posiblemente se pondrá otra vez de moda las camisetas con la imagen de Fidel, que se sumarán a las del ya mítico Che Guevara.
Castro ha vivido una vida muy larga, demasiado larga, 90 años. Ha tenido suerte de morir como ganador a los ojos de la izquierda, rodeado de sus partidarios y su legado. Muchos en el planeta lamentan su muerte –¡hasta el papa! – y lo recuerdan con admiración. No importa sus asesinatos, la tortura, la represión y la miseria de los cubanos. Eso no cuenta a ojos de la izquierda.
Pero, cualquiera que visite Cuba notará que muchas cosas no coinciden con el sueño socialista. Ya antes del viaje, la gente va bien advertida de que hay que llevar las cosas más básicas para regalar o pasárselas a los amigos de los amigos, ya que no se pueden comprar en la isla o eran demasiado caras para los cubanos que cobran un sueldo de 20 dólares al mes.
Una vez en suelo cubano no hay lugar turístico en el que no se esté rodeado y constantemente asediado por personas que le piden jabón, que se hacen amigos sólo con el fin de que les inviten algo o que le ofrezcan todo tipo de servicios sexuales.
Las visitas de las tiendas cubanas dejan una impresión especial. Recuerdo, hace unos años, cuando estuve en el turístico Varadero, arrendamos una moto y fuimos de excursión a la vecina ciudad de Cárdenas, situada a 14 km de la capital. Ésa era la Cuba real. Me acuerdo de una imagen imborrable: Un hombre yendo en una bicicleta muy vieja y oxidada con una camisa que tenía un enorme hueco en la espalda. Seguramente era su única camisa.
El único transporte público en esta ciudad eran unos carros tirados por caballos, que podían transportar varias personas. La iluminación de estos carros consistía en una lata con aceite colgada detrás. Era como la vuelta al siglo XIX.
Vimos a algunos niños del campo y les regalamos unas muñecas chinas tipo “Barbie”. Vaya la alegría, era algo que ellos nunca habían visto.
En Cuba, la escasez la padece sobre todo la gente del campo, que anda literalmente descalza y apenas si tiene ropa. Allí la miseria se nota más. Para moverse de un lugar a otro, las personas con niños o los mismos niños deben caminar muchos kilómetros. De noche van por esas carreteras sin iluminación alguna. Nos puede parece muy mal, pero tampoco está del todo claro si es mejor para un ser humano, ser un campesino muy humilde, pero honrado o tener que vivir en La Habana, quizá en mejores condiciones pero siendo objeto de diversión para los pervertidos turistas sexuales de los países más ricos.
Durante 40 años, Cuba ha sobrevivido gracias al apoyo de la Unión Soviética, que invertía allí muchos recursos, mientras que los mismos habitantes de la URSS tenían problemas para conseguir muchos bienes de consumo en su propio país, vivienda y medicinas. Los ciudadanos soviéticos trabajaban para el desarrollo del comunismo en el planeta, por ejemplo, en este país caribeño como meta impuesta por los dirigentes comunistas soviéticos, Nikita Khrushchev y Leonid Brezhnev. Hoy en día Cuba recibe ayuda de Venezuela, intercambiando petróleo por el trabajo de médicos cubanos.
El turismo extranjero en Cuba enriquece sólo a la elite gobernante, que ha creado una divisa especial para turistas, empresas extranjeras y para los pocos cubanos que tienen relación con ellos, haciendo aun más notable la diferencia de ingresos de las personas relacionadas con los turistas y ocupadas en otros sectores.
La dictadura estropea vidas humanas. Sus víctimas son los presos políticos, los balseros ahogados en el océano, intentando escapar a la Florida, las familias rotas o la gente que perdió su patria. También sus víctimas son las mujeres conducidas a vender su cuerpo o el cuerpo de sus niños para vivir un poco mejor. A ellos no les ayudó mucho la cacareada educación gratuita (que en realidad es adoctrinamiento ideológico y medio de control cultural – algo muy familiar para los habitantes de la ex URSS). Lo mismo se puede decir sobre la atención médica gratuita, buena para unos pocos privilegiados pero carente de recursos para la mayoría de la población.
Cerca de un cuarto de la población abandonó Cuba durante los años del socialismo y varios miles fueron fusilados por motivos políticos. Es el triste resultado del régimen socialista en este país latinoamericano.
Todo esto está debajo de nuestra propia nariz. Pero la gente no quiere saber estos detalles. Molestan, perturban, por eso se excluyen de la memoria popular, que tiene una fuerte necesidad del “Cuento de hadas sobre Fidel y su compañero, el comandante Che Guevara”. El régimen capitalista tampoco será el paraíso en la tierra y la vida es difícil, pero por ese salto de fe en nuestro interior, todos buscamos un ideal y creer en una fantasía – como la cubana. Nos da igual lo que pasa en la realidad. Por eso, si cerramos los ojos a la brutal realidad comunista, el cuento de hadas es lo más racional lo que nos puede dar Cuba y su Fidel.

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