Cuando se Cruza la Raya

Cuando se Cruza la Raya

Pláticas entre Padres...

Creo que todos los padres hemos tenido esos momentos de enojo (“rabia”), cuando ya no sabemos qué hacer para controlar a nuestros hijos, o lidiar con nuestra pareja. Esos momentos pueden llegar por el lloriqueo de un recién nacido, por la insolencia de un adolescente, o la torpeza de un anciano. Es importante reconocer las señales de la emoción interna cuando uno es padre o la madre. Es como una fiebre que sube desde los pies hasta la cabeza. En cierto momento esos sentimientos cruzan una raya. Al otro lado está la violencia, a veces incontenible, irrazonable. La persona se convierte en un monstruo que nadie sabía que existía (ni siquiera la misma persona). De este lado de la raya hay mucho enojo, pero todavía hay cierto control y la posibilidad de “dar reversa”. La rapidez de estas emociones es traicionera. Casi de un momento a otro, las emociones se acercan a cruzar esa raya. Cierto comportamiento del niño o de la pareja es el gatillo que dispara la emoción. La raya se cruza rápidamente, apenas con una leve conciencia que se ha perdido el control. Cada persona debe estar al tanto de esa raya. Cruzarla puede resultar en consecuencias tan terribles como una gran tragedia. Cruzar esa raya puede ser la diferencia entre la libertad o la cárcel. Muchas personas, sin pensar que eran capaces, pueden llegar hasta el homicidio, y en tal caso, la cadena perpetua. También pueden verse propinando horribles golpes a una persona totalmente inocente, como un niño, la pareja, un anciano, o hasta un desconocido.

¿De dónde viene nuestro enojo hacia nuestros niños, nuestra pareja, y otras personas cercanas a nosotros? Todos cargamos enojo personal como equipaje. Llevamos esas valijas por todos lados y algunos las venimos arrastrando por mucho tiempo. La valija más grande es donde llevamos enojo contra nosotros mismos, y esa es la más peligrosa. Es la que nos conduce a los vicios, a la conducta auto-destructiva, y hasta agredir a nuestros propios hijos, porque en ellos vemos nuestro propio reflejo. Nuestro enojo personal es el combustible que más rápidamente enciende nuestro enojo contra nuestros hijos, la pareja, y otros. Cuando nos agarramos a los gritos con un niño de cuatro años, el volumen y el tono de esos gritos no es contra ese niño. El 90% de nuestro enojo es contra nosotros mismos o contra alguna otra persona a quien no le podemos gritar de esa manera. En otras palabras, nos estamos desquitando contra nuestros propios hijos por algo que no tiene nada que ver con ellos. Cuando el enojo personal se combina con el alcohol, en cualquier forma, o el uso de estupefacientes, la violencia contra los niños u otros no está muy lejos. Tarde o temprano, los padres se encontrarán peleando por la custodia de sus hijos ante la ley, o defendiéndose de una demanda por conducta criminal. Todo padre – y sus hijos – toda familia merece mucho mejor que andar en esos enredos. Continuaremos: ¿Cómo prevenirlo?

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