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Chespirito se inspiró en el Quijote para crear al Chapulín Colorado

Roberto Gómez Bolaños: “debí ser El chavo del ocho, no Chespirito”

Cuando a Roberto Gómez Bolaños se le preguntaba si el nombre de su personaje Chespirito derivaba del de Shakespeare, irremediablemente confesaba: “Sí, me lo puso Agustín P. Delgado, un director de cine.”
En 1993, con motivo de su puesta teatral 11 y 12 en el Teatro Libanés, el también dramaturgo difunto Víctor Hugo Rascón Banda escribió una crónica para Proceso, que comenzaba así:
“Chespirito es un caso para un libro de récords. Cuando hay asambleas de la Sociedad General de Escritores de México y se requiere que haya quórum para algún acuerdo, José María Fernández Unsaín, el presidente, se tranquiliza cuando ve llegar a Roberto Gómez Bolaños, creador e intérprete de Chespirito, porque su voto, en razón de los jugosos derechos de autor que genera por sus programas de televisión, vale más que medio teatro ‘Wilberto Cantón’ ocupado por dramaturgos, poetas, novelistas y guionistas de cine y radio.
“A veces, sin dejar de realizar su programa semanal que escribe, dirige, produce y actúa desde hace más de 20 años en el canal 2, Chespirito o el Chavo del Ocho o el Chapulín Colorado incursiona en otros géneros, como la telenovela que dirigió, escribió y produjo no hace mucho tiempo o en el cine, como El Chanfle, o en el teatro, como ahora que se presenta en nueve funciones semanales con la obra 11 y 12, que escribe, dirige, produce y actúa en el Teatro Libanés”.

En su propia tinta
Hace ocho años, con motivo de la aparición de sus memorias Sin querer queriendo (Editorial Aguilar), Roberto Gómez Bolaños confió a este reportero (Proceso 1561) que nunca había visto ni una sola puesta en escena de William Shakespeare, pero que conocía todas las obras que había escrito y lo admiraba.
Y así como Cervantes escribió El Quijote para acabar con las novelas de caballerías, él creó al Chapulín Colorado para satirizar a los falsos héroes, Superman y Batman. “Tonto, débil, torpe y miedoso”, su pequeño héroe se enfrenta a los problemas y al mal porque “es el niño que todos llevamos dentro”.
Entonces declaró que el personaje al cual más ama de los suyos es El Chavo del Ocho. Enseguida, algunos fragmentos de aquella entrevista.
Cada ciclo escolar, durante la salida tras el primer día de clases, un esmirriado Robertito no tenía otro remedio sino darse de trompadas con compañeros más altos y fortachones, quienes lo despreciaban por chaparrón y timorato, se burlaban de su magra corpulencia y, retándolo, les parecía pan comido para golpizas y humillaciones.
Sin embargo, no contaban con su astucia:
“Desde chavo fui peleonero, es un complejo de muchos chaparritos y era bueno pa’ meter los puños, además. De joven entré incluso a los Guantes de Oro, fui campeón mosca junior de adolescente…”
Habla Roberto Gómez Bolaños, aquel chiquillo que hoy cuenta con 77 años de edad y es conocido en el continente latinoamericano bajo el sobrenombre de Chespirito, sin duda uno de los comediantes más entrañables y admirados en el mundo de lengua hispana:
“Fue todo un proceso de maduración y ahora detesto el boxeo profesional y las corridas de toros. Aunque he simpatizado políticamente con Vicente Fox y Felipe Calderón, hay algo que sí les diré: ‘Señores, a ustedes les fascinan las corridas de toros, pero yo las detesto’.
“Yo eliminaría desde ahora mismo las corridas de toros y el boxeo profesional, nomás que para ello tendría que agarrarme a puñetazos con el mundo entero.”
Auténtica celebridad del espectáculo, el creador de El Chapulín Colorado narra, a través de 16 capítulos que conforman 440 páginas de sus memorias Sin Querer Queriendo, de reciente aparición en Editorial Aguilar, cómo ese enanito debilucho de antaño superó la pobreza hogareña para crecerse ante las adversidades y materializar sus sueños de paladín justiciero.
Así, Roberto Gómez Bolaños se transformaría en el ídolo de la pantalla televisiva para la familia mexicana encarnando ideales quijotescos, gracias a personajes heroicos, pero particularmente uno, el consentido de su inspirado repertorio: El Chavo del Ocho.
“Aunque yo haya sido muy miedoso, El Chapulín Colorado a la mera hora enfrenta los problemas y es el más valiente. Soy Chespirito, si bien después de todo lo vivido tengo que aceptar algo: debí de haber sido El Chavo del Ocho, pues me identifico totalmente con él, ése sí soy yo porque es una caracterización que me ha ganado el cariño de la gente, un cariño muy bonito, muy limpio. Eso no lo consigue nadie fácilmente.”
Hace un año, Gómez Bolaños publicó El diario de El Chavo del Ocho (con colofón histórico a cargo de su esposa Florinda Meza, Punto de Lectura, 166 páginas), en el que describe la oncena del elenco que creó para sus programas con varias ilustraciones suyas al lápiz:
Doña Florinda, el señor Barriga, La Chilindrina, Don Ramón (Ron Damón), Doña Clotilde (La Bruja del 71), Jaimito, La Popis, Ñoño, Godínez, Quico, El profesor Jirafales, más el mismo Chavo del Ocho.
El hijo de Chespirito, Roberto Gómez Hernández, y Televisa lanzarán una novedosa serie en coproducción de Anima Estudios: se trata del programa especial con el primero de los 27 capítulos elaborados por Chespirito sobre El Chavo del Ocho pero en dibujos animados digitalmente, transmitiéndolo Canal 2 desde México a la Patagonia e intitulado El Chavo animado.

Palabra de autor
La biografía Sin Querer Queriendo es el recuento que Chespirito prodiga de anécdotas personales o familiares, detallando su ascenso artístico sin escatimar marcos históricos ni políticos (nació en 1929, mismo año de haberse fundado el PRI, “susodicho partido que jamás me ha guardado el debido respeto”).

Por ejemplo, en la página 242 del capítulo noveno, anota:

“En México continuaba el sexenio encabezado por Luis Echeverría Álvarez… Fue notoria su participación en el caso del periódico Excélsior, donde aseguran maniobró hasta conseguir la expulsión de Julio Scherer, Vicente Leñero y demás periodistas de amplia trayectoria que habían cometido la ‘osadía’ de mostrar su desacuerdo con muchas medidas gubernamentales.”

–¿Cuál ha sido el mejor presidente mexicano?

–Gustavo Díaz Ordaz en algunas cosas y no porque haya sido mi tío, a quien nadie quería, antes del 68 fue el mejor presidente, y si vemos los números de la inflación que tuvo México, se justifica.

“Luego, Salinas, aunque no había ganado, pero fue inteligentísimo. Y con Fox pasa lo mismo, sus cifras son mejores después de Díaz Ordaz pa’cá. Ahora, la respuesta más acertada que puedo dar es: ninguno.”

Entrevistado por Proceso en una oficina del grupo Santillana Ediciones Generales, el autor se define como persona tranquila que vive de manera sencilla, sin desvelarse.

Afirma haber asistido “a dos discotecas y media en toda mi vida”, ser un escritor infatigable (“sufro con la página en blanco, pero no con lo que escribo”), poseer más de 2 mil guiones televisivos (“cuando veo que Rulfo hizo sólo dos libros, me da una envidia de la fregada”), haber visitado y actuado en 50 países y compartido cenas con primeros mandatarios de medio universo. Destaca que su mayor logro “como ser humano” es “haber dejado de fumar hace 11 años luego de 40”, cuando empezó “a los 21”. Y confiesa:

“Yo sé que soy primero escritor no sólo cronológicamente, sino en función de afición de lo que me gusta; pensaba ser escritor toda mi vida y luego empecé a actuar o dirigir, paradójicamente la fama me llegó por la actuación.”

Best-seller, actor, dramaturgo (11 y 12), adaptador y director cinematográfico (la futbolística El chanfle, Charrito o Don Ratón y don Ratero), decimista, compositor musical, defensor de los derechos animales y de la niñez, revela que el origen de su apodo Chespirito se dio luego de escribir programas para Viruta y Capulina en la serie de tele “Cómicos y Canciones Adams”, y decidió convertirse en libretista independiente de cine a finales de los cincuenta:

“El primero que escribí le gustó tanto a quien habría de dirigir la película, que me elogió diciéndome que yo era un pequeño Shakespeare, ¡háganme el favor!, y empezó entonces a llamarme ‘Shakespearito’, diminutivo que, después de haber castellanizado su pronunciación, terminó por convertirse en Chespirito.”

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