Charles Pierre Baudelaire… El padre de la poesía moderna

Charles Pierre Baudelaire… El padre de la poesía moderna

Comenzó a desmayarse en esa hermosa de iglesia de Saint Loup en Namur, Bélgica, y comprendió que sería el principio del fin, cuarenta y seis años eran poca vida, había mucho más para hacer, aunque sabía que su madre lo cuidaría hasta el final, intuía que sus sufrimientos no dudarían más de doce meses…
Mientras su cuerpo se desplomaba, su mente viajaba en el tiempo, su padre había muerto cuando él tenía cinco años, Joseph François era seminarista, preceptor, profesor de dibujo, pintor y funcionario jefe del Despacho de Cámara. Siempre recordaba con cariño a su padre, un sacerdote de sesenta y tres años, quien le enseñó las primeras letras, era un religioso que abandono los hábitos por la revolución y por amor a su madre, una mujer de menos de treinta, (treinta cuatro años menor), Caroline Archimbaut-Dufays, que sin saberlo marco la vida de su único hijo, nacido de ese extraño amor…
Desde el piso de la iglesia de Namur, sentía el abrazo de su madre, a quien amaba más que a nadie, y sobre la cual sentía una inmensa culpa y responsabilidad, ya que consideraba que por cuidarlo a él, debió casarse con el general Jacques Aupick; Quizás porque era la única elección que le quedaba a una viuda joven con un hijo de cinco años, y opto por buscar la protección de un despótico general… tal vez si él no hubiera existido el destino de su madre habría sido diferente…
Mientras la ambulancia lo llevaba recordó cuando descubrió “El Gato Negro” de Edgar Allan Poe, libro que tradujo al francés, junto a otros de Poe y Hofmann, ya que al leerlos sintió esa revelación, esa amistad con la muerte, de la que Poe era afín.
Por supuesto, que por su mente pasaron sus amigos del Barrio Latino de París, desde Louis Ménard, con quien aprendió a disecar animales, los poetas Gérard de Nerval, Sainte-Beuve, Théodore de Banville Levavasseur o Prarond, también recordó a aquel novelista extraño para su época, Honore de Balzac, con el que debatía su modo de ver a la sociedad francesa que bullía en pleno cambio revolucionario.
Desde su cama, ya en la clínica de Paris, mientras su cuerpo se consumía, recordó las múltiples discusiones por sus críticas literarias y musicales. Por supuesto vino a su mente su primera amante, la joven Jeanne Duval, una hermosa mulata quien le inspiro muchas de sus más brillantes y eróticas poesías.
Surgieron en su mente las caras asombradas de los obreros, cuando entre febrero y junio de 1848, el hijastro de un general con solo veintisiete años tomo el fusil y fue a pelear en las barricadas, para derribar el régimen del Rey Luis Felipe, al que su padrastro defendía.
Aun sus dolores le permitían sonreír, cuando recordaba que el 20 de agosto de 1857, durante el gobierno de Napoleón III, fue acusado de ultraje a la moral pública, por su libro “Las Flores del Mal”, en un principio la multa fue de 300 francos, reducida luego por la emperatriz a 50 francos. Pero aun desconocía que su obra, muchos años después, sería la inspiración para grandes escritores como Marcel Proust, Walter Benjamina y T.S. Eliot, y que esa colección de poemas prohibidos por Napoleón, “Las flores del mal (Les Fleurs du mal)” fue la base inagotable para muchos poetas, porque esta obra literaria en particular, es considerada aun en el siglo XXI, una de las más importantes de la poesía moderna, influenciando en poetas como Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé o Arthur Rimbaud. Uno de los poemas de ese libro, La Giganta (La Géante), inspiró al cineasta Philippe Ramos en su película Capitán Achab, y ayudaría a caracterizar a la ballena Moby Dick.
Su poema “Al lector” que da comienzo a “Las Flores del Mal” dice:
“La estupidez, el error, el pecado, la angurria, ocupan nuestras almas, trabajan nuestros cuerpos y alimentamos nuestros blandos remordimientos, como los pordioseros nutren a sus gusanos. Nuestros pecados, tercos; nuestro arrepentir, débil; con creces nos hacemos pagar las confesiones, y volvemos alegres al camino fangoso, creyendo nuestras manchas lavar con viles lloros. En la almohada del mal es Satán, Trismegisto, quien largamente acuna nuestro ser hechizado, y el precioso metal de nuestra voluntad, integro lo evapora este sabio alquimista. ¡Es el diablo quien maneja los hilos que nos mueven! Atractivo encontramos en cosas repugnantes; cada día al infierno descendemos un paso, sin horror, a través de tinieblas que apestan. Cual pobre depravado que besa y que devora el seno flagelado de una antigua ramera, robamos al pasar un placer clandestino que muy fuerte exprimimos como naranja vieja. Apretado, hormigueante, como un millón de helmintos, un pueblo de demonios se harta en nuestros cerebros, y cuando respiramos, la Muerte a los pulmones baja, invisible río, con apagadas quejas. Si el estupro, el veneno, el puñal, el incendio, no bordaron aún con graciosos dibujos el banal cañamazo de nuestro ruin destino, Ay! es que nuestra alma no es bastante atrevida. Pero entre los chacales, las panteras, las perras, los buitres, las serpientes, los monos y escorpiones, los monstruos gruñidores, aullantes, trepadores, en el infame circo de nuestros propios vicios. ¡Hay uno que es más feo, más malo, más inmundo! Aunque no gesticule y ni gritos profiera, haría con placer de la tierra una ruina y en medio de un bostezo se tragaría al mundo; ¡Es el TEDIO! Los ojos cargados de un llanto involuntario, él sueña con patíbulos mientras fuma su pipa. Tú conoces, lector, al monstruo delicado, hipócrita lector, mi prójimo, mi hermano!”
Sabe que le queda poco tiempo, hace más de un año que sufría de afasia y hemiplejía, su Satán lo está esperando, pero se considera amigo del demonio y va contento a su encuentro, por eso no se arrepiente de su adicción a las drogas, no se arrepiente de sus vida bohemia y por sobre todo no se arrepiente de Sarah, esa prostituta que lo llevo a conocer los máximos placeres del sexo, a quien amaba de alguna forma, a pesar de haber sido ella quien le contagio la sífilis que ahora lo llevara a conocer a la cara oculta de la muerte.
Odiaba que lo entierren al lado de su padrastro, en el cementerio de Montparnasse, pero ese sería su destino. No sabía que sus obras completas deberían esperar setenta y dos años para ser publicadas, tal vez es el tiempo que llevo a Dios para vencer al Diablo y quedarse con tan extraño personaje.
Charles Boudelaire el padre de la poesía moderna, mal llamado poeta maldito, nació el 9 de abril de 1821 y se fue el 31 de agosto de 1867, a los cuarenta y seis años, al cielo de los poetas benditos.

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