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Astronauta José Moreno Hernández a punto de hacer su sueño realidad

En 1969, el primer humano en dejar sus huellas en la Luna fue el astronauta Neil Armstrong. En un futuro muy cercano, es probable que la próxima visita al gris satélite, deje huellas latinas

Desde que el astronauta costarricense Dr. Franklin Ramón Chang-Díaz se convirtió en el primer latino en volar al espacio en 1986, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) ha abierto sus puertas a más candidatos hispanos que podrían ser precursores de la conquista del universo.

Uno de estos es José Moreno Hernández, un astronauta de mexicano-americano, programado para hacer su primera misión espacial el 30 de julio de 2009.

Apenas cumpliendo los 46 años de edad, Hernández está a punto de hacer realidad el sueño de su infancia (desde que tenía 9 años de edad para ser exactos) y que le tomó más de 10 años de mucha perseverancia para poder ser elegido al tan cabildeado puesto.

“Yo apliqué por 12 años consecutivos para ser seleccionado como astronauta”, comenta Hernández, quien tiene un Licenciatura en ingeniería eléctrica en la Universidad del Pacífico y una maestría en ciencias en ingeniería eléctrica en la Universidad de California en Santa Bárbara.

“Cada año uno tiene que renovar su solicitud, haya o no haya selección de astronautas. Entonces, seleccionan una generación de astronautas cada 2, 4 ó 5 años, y pues mantuve la aplicación por 12 años consecutivos”, explica.

La odisea de Hernández no fue el hecho de que el proceso suele ser largo y tedioso, sino que él era uno de por lo menos 4 mil solicitantes interesados en el mismo puesto.

De ser un sueño de la infancia, resultó ser una competitiva carrera que hasta pareció ser imposible de lograr.

Según Hernández, de esos 4 mil solicitantes se seleccionan 300 posibles candidatos. Después de esta selección inicial, la eliminatoria continúa: seleccionan a 100, luego 80 son elegidos y 40 logran a las finales. De estos finalistas, se seleccionan los astronautas que necesitan para esa generación.

En el caso de Hernández, su generación pertenece a la clase del 2004 de 14 astronautas. Sus colegas son Robert L. Satcher Jr., Dorothy M. Metcalf-Lindenburger, Christopher J. Cassidy, Richard R. Arnold II, Randolph J. Bresnik, Thomas H. Marshburn, Akihiko Hoshide, Shannon Walker, Joseph M. Acaba, James P. Dutton Jr., Robert S. Kimbrough, Satoshi Furukawa y Naoko Yamazaki.

Hernández es el único latino de esta generación.

En su familia, Hernández es también el primero que ha optado por una carrera espacial; él es uno de cuatro hijos –tres hermanos y una hermana– y uno de ellos es piloto, otro es ingeniero y su hermana es contadora pública.

Según él, la naturaleza de su labor en NASA es de orgullo para todos en su familia, pero también preocupa un poco a sus padres, Julia Moreno y Salvador Hernández, originarios de La Piedad, Michoacán.

“Como cualquier padre [mis padres] han de preocuparse… todo tiene riesgos [especialmente] cuando se hace un vuelo espacial… pero para mí es algo que vale la pena para la humanidad. Uno nunca sabe cuándo se acabarán los recursos de este planeta… No estoy diciendo que necesitamos colonizar [el universo] en 100 años pero tal vez en 500 ó 1.000 años.

Y para Hernández, padre de cinco niños, esta cercanía al sueño de colonizar el espacio se lo debe a sus padres, quienes como muchos inmigrantes en Estados Unidos, trabajaban en los campos de frutas y verduras en California.

“Nosotros venimos de una familia muy humilde. La mayoría del tiempo lo pasábamos en California y también en México y pues la mitad de mis hermanos nacieron en México y la otra mitad en California. A mí me toco la suerte de nacer en el verano ya que todo el mundo está en Estados Unidos en el verano, y me tocó nacer como americano… Imagínese cuán de orgullos deben de estar mis padres que jamás se imaginaron que uno de sus hijos iba a ser astronauta”, expresa Hernández, quien también trabajó en los campos mano a mano junto a sus parientes.

Promesa personal

Y fue allí, entre las hileras de verduras, bajo el sol californiano, que el pequeño Hernández comenzó a cultivar el sueño de ser astronauta.

Así, durante los años 80, cuando NASA había anunciado que el primer astronauta latino formaría parte de la agencia, Franklin Chang-Díaz, Hernández confió más en su sueño, haciendo una promesa personal.

“Me puse más serio cuando estaba en el último año de preparatoria, cuando escuché en las noticias que NASA había ingresado el primer latino-americano como astronauta, el Dr. Franklin Ramón Chang-Díaz. Entonces dije, ‘si dejaron entrar a Chang-Díaz, ¿por qué no me van a dejar entrar a mi?’.

“Me hice una promesa personal de que iba a hacer todo lo posible para prepararme, para ser seleccionado como astronauta”, explica, señalando que esta promesa ponía su preparación educacional por encima de cualquier otra prioridad que hubiese tenido a esa temprana edad.

Y ha sido esta promesa que hoy día lo ha llevado a hacer contribuciones científicas de gran importancia para la humanidad. Por ejemplo, con sus extensos conocimientos en el campo de los Rayos X e imaginería, Hernández ayudó en la creación de un novedoso método para la detección del cáncer de seno y otras aplicaciones médicas.

Además, Hernández impulsó un proyecto para desarrollar un boroscopio (de la familia del endoscopio, que se utiliza para inspeccionar aparatos electrónicos) para ser utilizado en aplicaciones espaciales.

Misión espacial

La misión espacial para la que se encuentra preparándose Hernández lo llevará a una órbita de casi 240 millas de la Tierra, por un espacio de 11 días y servirá para instalar un laboratorio de estudios científicos en la Estación Espacial Internacional, actualmente en construcción en el espacio.

En la Misión STS-128 de Atlantis, programada para el 30 de julio de 2009, Hernández servirá como ayudante del piloto e ingeniero de vuelo para pilotear la nave durante su ascenso al espacio y el descenso a la Tierra.

Estando ya en órbita, Hernández asistirá a transportar el laboratorio utilizando el “brazo robótico” de Atlantis, para conectarlo a la Estación Espacial.

En esta misión, Hernández trabajará junto a otro compatriota astronauta hispano, el veterano John D. “Danny” Olivas, y ésta será su segundo vuelo desde que ingresó a NASA en 1998. Los demás colegas que participarán en esta misión son: Frederick W. Sturckow, Kevin A. Ford, Patrick G. Forrester y Christer Fuglesang.

José Hernández en casa

Pero la jornada de Hernández no revuelve solamente alrededor de aparatos de laboratorio, entrenamientos para la próxima misión espacial e importantes estudios científicos. El astronauta también tiene una vida muy casera y comparte junto a su esposa y cinco hijos el manejo de un restaurante de comida mexicana situado muy cerca del centro Espacial Johnson en Houston, Texas.

“Cuando llego del trabajo por las tardes, me espera mi esposa con los platos sucios para que los lave”, explica riendo. “Eso es lo que hago todas las tardes en el restaurante, me gusta, me mantiene muy firme en la Tierra, en mi familia”, agrega.

El restaurante se llama Tierra Luna Mexican Grill y el plato predilecto de la casa es el pollo con mole poblano, que es también el plato favorito de Hernández. Algunos de los platos tienen los nombres de los planetas, dedicados a Hernández y su labor espacial.

Además de lavar platos, otro hobbie de Hernández es el correr, al menos seis millas diarias.

Según él, este respeto por su cultura, dentro y fuera de su casa (y hasta cuando esté en órbita), le ha ayudado a llegar donde está.

Y mientras José Hernández realiza su sueño de infancia junto a otras grandes mentes científicas en NASA durante el día, y en las tardes comparte con su familia su herencia hispana, las puertas de NASA se abren aún más para que otros niños hispanos tengan la oportunidad de hacer ese sueño también realidad.

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