¿Acaso no Conoce mi Historia?

“Ustedes deben entender que la niña que adoptan, es hija de drogadicta. La madre estuvo usando cocaína durante casi todo su embarazo. Finalmente, fue delatada al departamento de protección de menores, y cuando nació, tomamos cuidado de la niña. Hoy, cinco años después, la madre todavía está en la penitenciaría por ese y otros delitos”. La directora del programa de adopción estaba descargando su deber de informar sobre el pasado de Lupita, una niña de ojos grandes y negros, con preciosa tez morena. Sus trenzas negras caían sobre sus hombros mientras jugaba a cierta distancia. Los padres adoptivos escuchaban atentamente. La directora continuó, “Deben saber que con toda probabilidad, la niña buscará las drogas, pues ha nacido con tendencia hacia la cocaína. También puede sufrir otras enfermedades mentales y traumas psicológicos. Conociendo todo esto, ¿todavía están dispuestos de adoptar a Lupita?” “Señora”, respondió respetuosamente la futura madre , “¿acaso no conoce mi historia?” “No”, respondió la funcionaria. “Pues se la resumo. Yo también soy hija de madre drogadicta. También fui dada en adopción. Si no hubiera sido por el amor de mis padres adoptivos, hoy hasta ya estaría muerta. El amor de mis padres adoptivos me salvó la vida. Queremos hacer lo mismo por Lupita”. Al escuchar su nombre, la niña vino corriendo. Se colgó del pecho de su futura madre, la besó y abrazó hasta quedarse quieta en su regazo. “Esta niña vencerá las estadísticas”, musitó la funcionaria.
Cuando Jesucristo nació en el pesebre de Belén, no sólo estaba creando una bella historia que se contaría cada navidad. El niño Jesús estaba asumiendo la historia de toda la humanidad. Allí Jesús estaba tomando tu historia y mi historia. Por su amor hacia nosotros, Él se hizo nuestra historia. Esa copa amarga que Jesús le rogaba a su Padre que pasara de sus labios contenía toda nuestra historia. Nuestros peores momentos estaban allí. Él no murió por nuestros mejores momentos sino por nuestros más oscuros secretos, todo aquello que jamás quisiéramos que nadie supiera de nosotros. Por tanto, los sufrimientos de Jesús fueron más que el dolor de los clavos en sus manos y pies, más que las espinas de su corona, más que el colgar de esa cruz asfixiándose lentamente con cada respiro. ¡No! Su sufrimiento fue porque tomó nuestra historia y sufrió toda la agonía y dolor de nuestra historia. Por eso nos puede amar y perdonar, como los padres de la niña adoptiva de nuestra historia. Ellos la pudieron amar porque habían sufrido la misma historia pero habían sido rescatados por el amor de sus padres adoptivos. Dice la Escritura, “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). También, “Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.” (1 Pedro 2:24). Ese amor se derramó por ti para que tú también venzas todas las estadísticas…
Comentarios:
haroldocc@hotmail.com

Share