Carta abierta al presidente Donald Trump de Carlo Maria Vigano, Arzobispo de Ulpiana, Ex Nuncio Apostólico a los Estados Unidos de América

El arzobispo Carlo Maria Vigano publicó una carta abierta al presidente Donald Trump el domingo de la Santísima Trinidad. La carta expresa su apoyo al Presidente, especialmente su defensa del derecho a la vida y a la libertad de culto, así como a la denuncia de la persecución cristiana en todo el mundo. La carta también aborda la formación de dos grupos de personas, uno de luz y otro de oscuridad, y de la guerra espiritual entre ellos. También se refirió al estado profundo, así como a la iglesia profunda, a la que hay que oponerse. Puede leer el texto completo de la letra a continuación.
Sr. Presidente,
En los últimos meses hemos sido testigos de la formación de dos bandos opuestos que yo llamaría bíblico: los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. Los hijos de la luz constituyen la parte más visible de la humanidad, mientras que los hijos de las tinieblas representan una minoría absoluta. Sin embargo, los primeros son objeto de una especie de discriminación que los coloca en una situación de inferioridad moral con respecto a sus adversarios, que a menudo ocupan posiciones estratégicas en el gobierno, en la política, en la economía y en los medios de comunicación. De una manera aparentemente inexplicable, los buenos son tomados como rehenes por los malvados y por aquellos que los ayudan ya sea por interés propio o por miedo.
Estos dos lados, que tienen una naturaleza bíblica, siguen la clara separación entre la descendencia de la Mujer y la descendencia de la Serpiente. Por un lado están aquellos que, aunque tienen mil defectos y debilidades, están motivados por el deseo de hacer el bien, de ser honestos, de criar una familia, de dedicarse al trabajo, de dar prosperidad a su patria, de ayudar a los necesitados y, en obediencia a la Ley de Dios, de merecer el Reino de los Cielos. Por otro lado, están aquellos que se sirven a sí mismos, que no tienen ningún principio moral, que quieren demoler a la familia y a la nación, explotan a los trabajadores para hacerse excesivamente ricos, fomentar las divisiones internas y las guerras, y acumular poder y dinero: para ellos la falaz ilusión de bienestar temporal algún día — si no se arrepienten – cederá al terrible destino que les espera, lejos de Dios, en la condenación eterna.
En la sociedad, señor Presidente, estas dos realidades opuestas coexisten como enemigos eternos, así como Dios y Satanás son enemigos eternos. Y parece que los niños de la oscuridad -a quienes podemos identificar fácilmente con el estado profundo al que ustedes se oponen sabiamente y que está librando ferozmente una guerra contra ustedes en estos días- han decidido mostrar sus cartas, por así decirlo, revelando sus planes. Parecen estar tan seguros de tener todo bajo control que han dejado de lado esa circunspección que hasta ahora había ocultado al menos parcialmente sus verdaderas intenciones. Las investigaciones ya en curso revelarán la verdadera responsabilidad de quienes gestionaron la emergencia de Covid no sólo en el ámbito de la atención de la salud, sino también en la política, la economía y los medios de comunicación. Probablemente encontraremos que en esta colosal operación de la ingeniería social hay personas que han decidido el destino de la humanidad, arrogando a sí mismos el derecho a actuar en contra de la voluntad de los ciudadanos y sus representantes en los gobiernos de las naciones.
También descubriremos que los disturbios en estos días fueron provocados por aquellos que, al ver que el virus se está desvaneciendo inevitablemente y que la alarma social de la pandemia está disminuyendo, necesariamente han tenido que provocar disturbios civiles, porque serían seguidos por una represión que, aunque legítima, podría ser condenada como una agresión injustificada contra la población. Lo mismo está sucediendo en Europa, en perfecta sincronía. Es evidente que el uso de las protestas callejeras es fundamental para los propósitos de aquellos que desean ver a alguien elegido en las próximas elecciones presidenciales que encarna los objetivos del estado profundo y que expresa esos objetivos fielmente y con convicción. No será sorprendente que, en unos meses, aprendamos una vez más que detrás de estos actos de vandalismo y violencia hay quienes esperan beneficiarse de la disolución del orden social para construir un mundo sin libertad: Solve et Coagula, como enseña el adagio masónico.
Aunque pueda parecer desconcertante, las alineaciones opuestas que he descrito también se encuentran en los círculos religiosos. Hay pastores fieles que cuidan del rebaño de Cristo, pero también hay infieles mercenarios que buscan esparcir el rebaño y entregar las ovejas para ser devoradas por lobos voraces. No es de extrañar que estos mercenarios sean aliados de los hijos de las tinieblas y odien a los hijos de la luz: así como hay un estado profundo, también hay una iglesia profunda que traiciona sus deberes y renuncia a sus compromisos propios ante Dios. Así, el Enemigo Invisible, contra quien los buenos gobernantes luchan en los asuntos públicos, también es combatido por los buenos pastores en la esfera eclesiástica. Es una batalla espiritual, de la que hablé en mi reciente llamamiento que se publicó el 8 de mayo.
Por primera vez, los Estados Unidos tienen en vosotros un Presidente que defiende con valentía el derecho a la vida, que no se avergüenza de denunciar la persecución de los cristianos en todo el mundo, que habla de Jesucristo y del derecho de los ciudadanos a la libertad de culto. Su participación en la Marcha por la Vida, y más recientemente su proclamación del mes de abril como Mes Nacional de Prevención del Abuso Infantil, son acciones que confirman en qué lado desea luchar. Y me atrevo a creer que ambos estamos del mismo lado en esta batalla, aunque con armas diferentes.
Por esta razón, creo que el ataque al que fuiste sometido después de tu visita al Santuario Nacional de San Juan Pablo II forma parte de la narrativa mediática orquestada que no busca luchar contra el racismo y poner en cuenta el orden social, sino agravar las disposiciones; no para hacer justicia, sino para legitimar la violencia y el crimen; no para servir a la verdad, sino para favorecer a una facción política. Y es desconcertante que haya obispos –como los que he denunciado recientemente- que, con sus palabras, demuestren que están alineados en el lado opuesto. Son subordinados al estado profundo, al globalismo, al pensamiento alineado, al Nuevo Orden Mundial que invocan cada vez con más frecuencia en nombre de una hermandad universal que no tiene nada cristiano al respecto, pero que evoca los ideales masónicos de aquellos que quieren dominar el mundo expulsando a Dios de los tribunales, de las escuelas, de las familias, de las familias, y tal vez incluso fuera de las iglesias.
El pueblo estadounidense es maduro y ahora ha comprendido lo mucho que los medios de comunicación no quieren difundir la verdad, sino que buscan silenciarla y distorsionarla, difundiendo la mentira que es útil para los propósitos de sus amos. Sin embargo, es importante que los buenos – que son la mayoría – se despierten de su lentitud y no acepten ser engañados por una minoría de personas deshonestas con propósitos inevitables. Es necesario que los buenos, los hijos de la luz, se unan y hagan oír sus voces. ¿Qué manera más efectiva hay de hacer esto, señor Presidente, que mediante la oración, pidiéndole al Señor que lo proteja a usted, a los Estados Unidos y a toda la humanidad de este enorme ataque del Enemigo? Antes del poder de la oración, los engaños de los niños de las tinieblas colapsarán, sus tramas serán reveladas, su traición será mostrada, su poder aterrador terminará en nada, sacado a la luz y expuesto por lo que es: un engaño infernal.
Señor Presidente, mi oración se convierte constantemente en la amada nación Americana, donde tuve el privilegio y el honor de ser enviado por el Papa Benedicto XVI como Nuncio Apostólico. En esta hora dramática y decisiva para toda la humanidad, estoy rezando por ustedes y también por todos aquellos que están a su lado en el gobierno de los Estados Unidos. Confío en que el pueblo estadounidense esté unido a ustedes y a mí en oración a Dios Todopoderoso.
Unidos contra el Enemigo Invisible de toda la humanidad, los bendigo a ustedes y a la Primera Dama, a la amada nación americana, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
+ Carlo Maria Vigano
Arzobispo Titular de Ulpiana
Ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América

 

Archbishop Carlo Maria Vigano published an open letter to President Donald Trump on Holy Trinity Sunday. The letter expresses support for the President, especially his defense of the right to life and freedom of worship, as well as the denunciation of Christian persecution worldwide. The letter also addresses the formation of two groups of people, one of light and one of darkness, and of the spiritual warfare between them. He also referenced the deep state as well as the deep church, which must be opposed. You can read the full text of the letter below.
Mr. President,
In recent months we have been witnessing the formation of two opposing sides that I would call Biblical: the children of light and the children of darkness. The children of light constitute the most conspicuous part of humanity, while the children of darkness represent an absolute minority. And yet the former are the object of a sort of discrimination which places them in a situation of moral inferiority with respect to their adversaries, who often hold strategic positions in government, in politics, in the economy and in the media. In an apparently inexplicable way, the good are held hostage by the wicked and by those who help them either out of self-interest or fearfulness.
These two sides, which have a Biblical nature, follow the clear separation between the offspring of the Woman and the offspring of the Serpent. On the one hand there are those who, although they have a thousand defects and weaknesses, are motivated by the desire to do good, to be honest, to raise a family, to engage in work, to give prosperity to their homeland, to help the needy, and, in obedience to the Law of God, to merit the Kingdom of Heaven. On the other hand, there are those who serve themselves, who do not hold any moral principles, who want to demolish the family and the nation, exploit workers to make themselves unduly wealthy, foment internal divisions and wars, and accumulate power and money: for them the fallacious illusion of temporal well-being will one day — if they do not repent — yield to the terrible fate that awaits them, far from God, in eternal damnation.
In society, Mr. President, these two opposing realities co-exist as eternal enemies, just as God and Satan are eternal enemies. And it appears that the children of darkness — whom we may easily identify with the deep state which you wisely oppose and which is fiercely waging war against you in these days — have decided to show their cards, so to speak, by now revealing their plans. They seem to be so certain of already having everything under control that they have laid aside that circumspection that until now had at least partially concealed their true intentions. The investigations already under way will reveal the true responsibility of those who managed the Covid emergency not only in the area of health care but also in politics, the economy, and the media. We will probably find that in this colossal operation of social engineering there are people who have decided the fate of humanity, arrogating to themselves the right to act against the will of citizens and their representatives in the governments of nations.
We will also discover that the riots in these days were provoked by those who, seeing that the virus is inevitably fading and that the social alarm of the pandemic is waning, necessarily have had to provoke civil disturbances, because they would be followed by repression which, although legitimate, could be condemned as an unjustified aggression against the population. The same thing is also happening in Europe, in perfect synchrony. It is quite clear that the use of street protests is instrumental to the purposes of those who would like to see someone elected in the upcoming presidential elections who embodies the goals of the deep state and who expresses those goals faithfully and with conviction. It will not be surprising if, in a few months, we learn once again that hidden behind these acts of vandalism and violence there are those who hope to profit from the dissolution of the social order so as to build a world without freedom: Solve et Coagula, as the Masonic adage teaches.
Although it may seem disconcerting, the opposing alignments I have described are also found in religious circles. There are faithful Shepherds who care for the flock of Christ, but there are also mercenary infidels who seek to scatter the flock and hand the sheep over to be devoured by ravenous wolves. It is not surprising that these mercenaries are allies of the children of darkness and hate the children of light: just as there is a deep state, there is also a deep church that betrays its duties and forswears its proper commitments before God. Thus the Invisible Enemy, whom good rulers fight against in public affairs, is also fought against by good shepherds in the ecclesiastical sphere. It is a spiritual battle, which I spoke about in my recent Appeal which was published on May 8.
For the first time, the United States has in you a President who courageously defends the right to life, who is not ashamed to denounce the persecution of Christians throughout the world, who speaks of Jesus Christ and the right of citizens to freedom of worship. Your participation in the March for Life, and more recently your proclamation of the month of April as National Child Abuse Prevention Month, are actions that confirm which side you wish to fight on. And I dare to believe that both of us are on the same side in this battle, albeit with different weapons.
For this reason, I believe that the attack to which you were subjected after your visit to the National Shrine of Saint John Paul II is part of the orchestrated media narrative which seeks not to fight racism and bring social order, but to aggravate dispositions; not to bring justice, but to legitimize violence and crime; not to serve the truth, but to favor one political faction. And it is disconcerting that there are Bishops — such as those whom I recently denounced — who, by their words, prove that they are aligned on the opposing side. They are subservient to the deep state, to globalism, to aligned thought, to the New World Order which they invoke ever more frequently in the name of a universal brotherhood which has nothing Christian about it, but which evokes the Masonic ideals of those want to dominate the world by driving God out of the courts, out of schools, out of families, and perhaps even out of churches.
The American people are mature and have now understood how much the mainstream media does not want to spread the truth but seeks to silence and distort it, spreading the lie that is useful for the purposes of their masters. However, it is important that the good — who are the majority –wake up from their sluggishness and do not accept being deceived by a minority of dishonest people with unavowable purposes. It is necessary that the good, the children of light, come together and make their voices heard. What more effective way is there to do this, Mr. President, than by prayer, asking the Lord to protect you, the United States, and all of humanity from this enormous attack of the Enemy? Before the power of prayer, the deceptions of the children of darkness will collapse, their plots will be revealed, their betrayal will be shown, their frightening power will end in nothing, brought to light and exposed for what it is: an infernal deception.
Mr. President, my prayer is constantly turned to the beloved American nation, where I had the privilege and honor of being sent by Pope Benedict XVI as Apostolic Nuncio. In this dramatic and decisive hour for all of humanity, I am praying for you and also for all those who are at your side in the government of the United States. I trust that the American people are united with me and you in prayer to Almighty God.
United against the Invisible Enemy of all humanity, I bless you and the First Lady, the beloved American nation, and all men and women of good will.
+ Carlo Maria Vigano
Titular Archbishop of Ulpiana
Former Apostolic Nuncio to the United States of America